A La Costa

Páginas: 8 (1974 palabras) Publicado: 12 de febrero de 2013
Un día los jóvenes enamorados en un encuentro clandestino, venciendo todos los obstáculos que les ponía esa sociedad cruel, se entregaron en ese amor infinito, fugaz, inmortal.
Los negocios del doctor Ramírez iban cada vea peores. La profesión de abogado, suficiente un tiempo para hacer frente a los gastos de la familia, ahora apenas producía una miserable ganancia. La clientela habíadisminuido, nuevos abogados de más fama, aunque menos honrados, le quitaron poco a poco la clientela. Un día el doctor Ramírez regresó de la hacienda de Guayllabamba, y sintió se repentinamente enfermo. Pronto su estado empeoró, Salvador preocupado llamó al medico, pero este nada podía hacer ya, pues la muerte era inevitable. Al entierro nadie acudió, pues era el muerto un pobre abogado sin clientela, sinamigos. Doña Camila no podía aun crecer que estuviese viuda, Mariana lloraba desconsolada en su cuarto, no solo por la muerte de su padre sino porque se sentía impura, manchada, era una de tantas sacerdotisas del amor prohibido, sin hogar, sin virginidad. Ella solo quería morir.
Desde el día siguiente de la muerte del doctor, el problema de la diaria subsistencia quedó planteado esperando unasolución que necesariamente debía ser pronta, Doña Camila, aunque tarde, comprendió que su marido había sido el único pilar de su familia. Salvador buscó trabajo por todos lados, hasta que lo consiguió en uno de los Misterios de Estado, aunque el sueldo era escaso.
Rosaura iba de tarde en tarde a indagar si ellos sentían al muerto como es debido; y a tratar de convencer a Doña Camila para que obliguea su hija Mariana a dedicarse completamente a los asuntos de la iglesia, al principio Mariana no aceptaba pero la vieja beata con sus galanterías acostumbradas llegó a convencer a la muchacha. Poco a poco la muchacha se creó una gran ilusión con el padre Justiniano, cada vez estaba más atenta a sus predicaciones, no se perdía un gesto, una inflexión. Se compenetraba en las frases que el curadecía en el pulpito, le eran palabras suaves, persuasivas, armónicas para un alma muerta, sin esperanza. En ese hombre, en ese fraile, creyó encontrar un santo, un arcángel caído del cielo. Sólo a él y no a otro confesaría su falta, por medio de él, conseguiría el perdón del cielo por su falta. Rosaura maestra en artes infames y en complicad con el cura Justiniano, llevó a Mariana a una solitaria casavieja, adecuada para albergar el crimen y el vicio, nido ruin de borrachos, rateros y prostitutas. Mariana sudando de angustia y vergüenza inexplicable, atravesó los sucios patios y entró al cuarto. Allí estaba esperándola, sentado en un sillón el padre Justiniano. La beata encontró algún pretexto los dejó solos y cerró la puerta por fuera con llave; dejando al cura realizar sus más bajosinstintos de lujuria.
La ira seducieron la vergüenza y un arrepentimiento atroz por lo irreparable. Para Mariana, para la hija del doctor Ramírez, sólo se abría un camino: el de la mujer pública que pasa de los brazos del primer amante, a los de cualquier desconocido que tiene dinero para pagarla.
En tanto el Ecuador entero ardía en fuego revolucionario. La guerra civil había iniciado, tomando inmensodesarrollo y las quiebras andinas y las llanuras de la Costa retumbaban con las descargas de los combates. La sangre, ese bautismo de toda revolución, empapaba las campiñas patrias. El Gobierno desprestigiado, daba las últimas boqueadas, después de debelar a cañonazos la inicua sublevación de un cuerpo de línea en las calles de Quito. Cordero, renunciando la Presidencia, dejaba frente a frente nodos partidos políticos, sino dos ideas, dos edades: la edad media y la edad moderna, la República y la colonia; la juventud libre, altanera y generosa y la vejez caduca, servil y sectaria, la razón clara como el sol de la ciencia y la fe estúpida del fanático, el liceo contra el convento, la vigilia contra el sueño y la pereza; y Eloy Alfaro se proclamaba Jefe Supremo de la República.
Jóvenes...
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