a la madre
era probablemente el más peligroso.
Y es que el gobierno soviético, aunque también satanizara a su antagonista global, no
tenía que preocuparse por ganarse los votos de los congresistas o por las elecciones
presidenciales y legislativas, al contrario que el gobierno de los Estados Unidos. Para
conseguir ambos objetivos, el anticomunismoapocalíptico resultaba útil y, por
consiguiente, tentador, incluso para políticos que no estaban sinceramente convencidos
de su propia retórica, o que, como el secretario de Estado para la Marina del presidente
Truman, James Forrestal (1882-1949), estaban lo bastante locos, médicamente hablando,
como para suicidarse porque veían venir a los rusos desde la ventana del hospital. Un
enemigo exteriorque amenazase a los Estados Unidos les resultaba práctico a los
gobiernos norteamericanos, que habían llegado a la acertada conclusión de que los
Estados Unidos eran ahora una potencia mundial —en realidad, la mayor potencia
mundial con mucho— y que seguían viendo el «aislacionismo» o un proteccionismo
defensivo como sus mayores obstáculos internos. Si los mismísimos Estados Unidos no
estaban asalvo, entonces no podían renunciar a las responsabilidades —y recompensas—
del liderazgo mundial, igual que al término de la primera gran guerra. Más concretamente,
la histeria pública facilitaba a los presidentes la obtención de las enormes sumas
necesarias para financiar la política norte-
LA GUERRA FRÍA
239
americana gracias a unademocracia. Por desgracia, este segundo elementoera probablemente el más peligroso.
Y es que el gobierno soviético, aunque también satanizara a su antagonista global, no
tenía que preocuparse por ganarse los votos de los congresistas o por las elecciones
presidenciales y legislativas, al contrario que el gobierno de los Estados Unidos. Para
conseguir ambos objetivos, el anticomunismo apocalíptico resultaba útil y, por
consiguiente,tentador, incluso para políticos que no estaban sinceramente convencidos
de su propia retórica, o que, como el secretario de Estado para la Marina del presidente
Truman, James Forrestal (1882-1949), estaban lo bastante locos, médicamente hablando,
como para suicidarse porque veían venir a los rusos desde la ventana del hospital. Un
enemigo exterior que amenazase a los Estados Unidos les resultabapráctico a los
gobiernos norteamericanos, que habían llegado a la acertada conclusión de que los
Estados Unidos eran ahora una potencia mundial —en realidad, la mayor potencia
mundial con mucho— y que seguían viendo el «aislacionismo» o un proteccionismo
defensivo como sus mayores obstáculos internos. Si los mismísimos Estados Unidos no
estaban a salvo, entonces no podían renunciar a lasresponsabilidades —y recompensas—
del liderazgo mundial, igual que al término de la primera gran guerra. Más concretamente,
la histeria pública facilitaba a los presidentes la obtención de las enormes sumas
necesarias para financiar la política norte-
LA GUERRA FRÍA
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americana gracias a unademocracia. Por desgracia, este segundo elemento
era probablemente el más peligroso.
Y es que elgobierno soviético, aunque también satanizara a su antagonista global, no
tenía que preocuparse por ganarse los votos de los congresistas o por las elecciones
presidenciales y legislativas, al contrario que el gobierno de los Estados Unidos. Para
conseguir ambos objetivos, el anticomunismo apocalíptico resultaba útil y, por
consiguiente, tentador, incluso para políticos que no estaban sinceramenteconvencidos
de su propia retórica, o que, como el secretario de Estado para la Marina del presidente
Truman, James Forrestal (1882-1949), estaban lo bastante locos, médicamente hablando,
como para suicidarse porque veían venir a los rusos desde la ventana del hospital. Un
enemigo exterior que amenazase a los Estados Unidos les resultaba práctico a los
gobiernos norteamericanos, que...
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