A Mi Familia
El mismo sol que hace más de veintidós años bañaba los sueños de un niño de quince, cuya únicapreocupación era que no disponía de suficiente dinero para comprar los petardos que quería.
Esos petardos, que median la capacidad de diversión de cualquier adolescente en unas fiestas que seguíansiendo extrañas para él.
El repicar de las campanas en la iglesia próxima volvía a hacer levantar las cejas a ese adulto-niño, o niño-adulto, en un acto reflejo frente a la repentina percepción deltiempo.
Al niño le parecía que iba muy despacio, esperando la hora de poder pedir algo más a sus padres para obtener ese tesoro de cartón y pólvora, mientras que al adulto le parecía que iba muydeprisa, tanto era lo que tenia que recordar bajo esa misma luz...
La otra calle principal, no la que te acerca a la iglesia, aparecía nítida y casi surrealista, con demasiados detalles y colores paraparecer que se podía caminar a lo largo de su serpentear.
Bajo la apariencia, engañosa, de la realidad actual, los ojos del niño veían las señales de la calle que el tan bien conocía, gracias a suslargos y cotidianos recorridos al colegio, a realizar los recados, a correr detrás de amigos, a huir delante de enemigos (no se tienen mejores y más íntimos enemigos que cuando se cumplen quince años),a pasar mirando de reojo a los nuevos descubrimientos (irreversibles) de seres cuyo sexo es femenino...
Seguía viendo aquel viejo y querido cine, teatro de los sueños y fantasías de una mentetodavía sensible, todavía inocente, todavía crédula y agradecida al ver en imágenes sus aventuras imaginadas...
El mercado, orgía de sonidos, olores y colores que tanto le atraían, aunque llevaraaparejada la responsabilidad de hacer bien algo tan difícil como comprar cuando no se entiende...
El camino al viejo colegio, fuente de encontrados sentimientos, como el ansia de saber y el miedo a...
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