a mi no me engañas con tu gordura

A MI NO ME ENGAÑAS CON TU GORDURA


LIZETH.- Hace un tiempo leí una revista el caso de un muchacho al que hombres inescrupulosos usaban para pasar por la frontera mercadería ilícita. De cómo este muchacho fue preso y de cómo ya en la cárcel en vez de reeducarse, lo que había conseguido era recibir la influencia de delincuentes avezados quienes, primero con promesas, y luego con amenazas,habían logrado convertirlo en uno más que al salir de la cárcel habría de poner en sobresalto a la población.
Probablemente que el saber todo esto, fue lo que me hizo soñar una noche lo que enseguida les voy a narrar.
- Reemberto era un joven policía de aduana en Tumbes. Acababan de darle el puesto, debía reemplazar a uno que se había dejado contar el cuentode la gordura, muchas veces. ¿Ustedes saben cuál es? Pues, hacerse el gordo poniéndose telas y otras mercaderías bajo la ropa, para pasarlas de un país a otro, de con trabando.
Reemberto no estaba dispuesto a permitir el delito de contrabando.
En su primer día, la primera persona en pasar por la aduana fue un flaco.
A ésteno le digo más que:
ALBERT.- ¡Pase ¡
ALEJANDRA.- La segunda persona en pasar, fue una señora con muchos niños. Reemberto se puso alerta: la señora parecía pesar más de lo necesario.
ALBERT.- Señora ¿Me permite revisar sus maletas?
MALORY.- ¿Qué dice usted mocoso atrevido? ¡Tome ¡ Y le dio un carterazo.
LIZETH.- Los chiquillos rieron a más y mejor, y Reemberto rojo de vergüenza, no pudomenos que decir:
ALBERT.- Perdóneme usted, señora…. Yo creí que….
MALORY.- Usted cree nada, ande, revíseme los bolsos y las carteras, - dijo la señora, arrepentida ya de su mal genio, y dolida de la cara de susto del joven policía.
ALEJANDRA.- Reembeto revisó todo ligeramente, y dijo:
ALBERT.- ¡ Pase!
LIZETH.- La señora y los niños se fueron.
Reemberto esperó al siguiente. ¡Ahí ¡ Allí venía uno con cara de maloso, pero no era gordo.
ALBERT.- Bueno revisaremos todo ¡Aja, aja! ¿Y esto, qué es? Dijo Reemberto, agarrando una de las canastas que traía el hombre.
LUIS.- Pues, fruta para toda mi familia.
ALBERT.- ¡Pero cuatro canasatas!
LUIS.- ¿Y qué quiere usted, señor? Mi familia es numerosa.
ALEJANDRA.- Reemberto dudo un poco, pero dijo ¡Pase!. Después de todo, élno podía dejar sin fruta a los niños de ese buen hombre, por más cara de maloso que tenga.
Estaba pensando en eso, cuando vio que venía un gordo. Este si que tenía que ser postizo, pues el cuerpo lo tenía muy, muy gordo. Y una cara muy flaca.
ALBERT.- Dígame usted, señor ¿Me permite toc…? – se interrumpió. (De éste podía recibir algo más que carterazos).
LIZETH.- El gordo, que en verdadera un contrabandista, pensó que se le había visto el contrabando y balbuceo:
ALVARO.- Señor, yo tenía frío y me abrigue.
ALBERT.- Pues si que es gracioso ¡Frío, con el calor de Tumbes!
Ya, ya, déjese de bromas, que no estoy para ellas. Ahorita se quita todo eso y lo deja aquí.
ALVARO.- Está bien, está bien.
ALBERT.- Y de yapa lo llevo preso.
ALVARO.- ¡ No señor! ¡No señor, por favor! Que lohago por necesidad. Yo traigo este contrabando para una firma de Piura, que me paga bien por hacerlo.
ALBERT.- ¡Ah! Con que encima eres zonzo. Así que te expones a prisión para que otro se haga rico. ¡Ah, no! Eso si que no tolero.
ALVARO.- ¡Es que tengo hijos, señor y quiero dejarles algo!.
ALBERT.- A los hijos se le da dignidad y buen ejemplo, orgullo y trabajo. Se les enseña que más valelograrse un porvenir con honradez y por cuenta propia, que vivir de los demás, o de la explotación, o dejándonos explotar. Mas vale hacer una Patria grande, que unos cuantos bolsillos grandes, y una Patria infeliz y misérrima.
ALEJANDRA.- Reemberto casi no se conocía a si mismo, lo había dicho todo con calor y sinceramente, y de un solo tiro.
ALVARO.- El contrabandista pensó: a este muchacho,...