a orilla del rio piedra me sente y llore
Pero ¿qué ocurre cuando la timidez sacrifica un amor adolescente? ¿Y qué sucede cuando, al cabo de los años, el destino hace que una mujer reen-cuentre a su amado? A ella, la vida le ha enseñado a ser fuerte y a dominarsus sentimientos. A él, que posee el don de la curación, la religión le ha servido como refugio de sus conflictos interiores. Pero a ambos les une un solo deseo: el de cumplir sus sueños. El camino que habrán de recorrer es escabroso, y el sentimiento de culpa un obstáculo casi insalvable. Pero será a orillas del río Piedra, en un pueblecito del Pirineo, donde ambos descubrirán su propia ver-dad.
Aorillas del río Piedra me senté y lloré es una novela fascinante y tierna que, con una prosa poética y transparente, nos sumerge de lleno en los miste-rios últimos de la vida y el amor. Como dijo Kenzaburo Oe (premio Nobel de Literatura 1994), Paulo Coelho conoce los secretos de la alquimia literaria.
Paulo Coelho
A orillas del río Piedra me senté y lloré
Biblioteca Paulo Coelho
Para I. C. yS. B., cuya comunicación amorosa
me hizo ver el rostro femenino de Dios;
Mónica Antunes, compañera desde la primera hora,
que con su amor y entusiasmo
esparce el fuego por el mundo;
Paulo Rocco, por la alegría de las batallas
que libramos juntos, y por la dignidad
de los combates que libramos entre nosotros;
Tanya Z., por iluminar el corazón de tu Otra Parte,
mostrando cuan generosa es lavida
si optamos por vivir Nuestro Camino;
Mathew Lore, por no haber olvidado una sabia
línea del I Ching: «La perseverancia es favorable.»
«Y la Sabiduría se ha acreditado
por todos sus hijos.»
LUCAS, 7, 35
Oh, María, concebida sin pecado,
ruega por nosotros, que a ti recurrimos, amén.
NOTA DEL AUTOR
Un misionero español visitaba una isla, cuando se encontró con tres sa-cerdotesaztecas.
— ¿Cómo rezáis vosotros? —preguntó el padre.
— Sólo tenemos una oración —respondió uno de los aztecas—. Noso-tros decimos: «Dios, Tú eres tres, nosotros somos tres. Ten piedad de noso-tros.»
— Bella oración —dijo el misionero—. Pero no es exactamente la plega-ria que Dios escucha. Os voy a enseñar una mucho mejor.
El padre les enseñó una oración católica y prosiguió su camino deevan-gelización. Años más tarde, ya en el navío que lo llevaba de regreso a España, tuvo que pasar de nuevo por la isla. Desde la cubierta, vio a los tres sacerdotes en la playa, y los llamó por señas.
En ese momento, los tres comenzaron a caminar por el agua hacia él.
— ¡Padre! ¡Padre! —gritó uno de ellos, acercándose al navío—. ¡Ensé-ñanos de nuevo la oración que Dios escucha, porque no conseguimosrecorda
— No importa —dijo el misionero, viendo el milagro.
Y pidió perdón a Dios por no haber entendido antes que Él hablaba to-das las lenguas.
Esta historia ejemplifica bien lo que quiero contar en A orillas del río Pie-dra me senté y lloré. Rara vez nos damos cuenta de que estamos rodeados por lo Extraordinario. Los milagros suceden a nuestro alrededor, las señales de Dios nos muestran el camino,los ángeles piden ser oídos…; sin embargo, co-mo aprendemos que existen fórmulas y reglas para llegar hasta Dios, no pres-tamos atención a nada de esto. No entendemos que Él está donde le dejan entrar.
Las prácticas religiosas tradicionales son importantes; nos hacen partici-par con los demás en una experiencia comunitaria de adoración y de oración. Pero nunca debemos olvidar que una experienciaespiritual es sobre todo una experiencia práctica del Amor. Y en el amor no existen reglas. Podemos inten-tar guiarnos por un manual, controlar el corazón, tener una estrategia de com-portamiento… Pero todo eso es una tontería. Quien decide es el corazón, y lo que él decide es lo que vale.
Todos hemos experimentado eso en la vida. Todos, en algún momento, hemos dicho entre lágrimas: «Estoy...
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