A orillas del rio piedra me sente y llore

Páginas: 486 (121338 palabras) Publicado: 2 de marzo de 2010
Alejandro Dumas
EL HOMBRE DE LA MASCARA DE HIERRO

INDICE

Tres comensales admirados de comer juntos
¡A palacio y a escape!
Un negocio arreglado por M. de D'Artagnan
En donde Porthos se convence sin haber comprendido
La sociedad de Baisemeaux
El preso
La colmena, las abejas y la miel
Otra cena en la Bastilla
El general de la orden
El tentador
Corona y tiara
Elcastillo de Vaux
El vino de Melún
Néctar y ambrosía
La habitación de Morfeo
Colbert
Celos
Lesa majestad
Una noche en la Bastilla
La sombra de Fouquet
La mañana
El amigo del rey
Cómo se respeta la consigna en la Bastilla
El reconocimiento del rey
El falso rey.
En el que Porthos cree que corre tras un Ducado
El último adiós
Beaufort
Preparativos de marcha
El inventariode M. de Beaufort La fuente de plata
Prisionero y carceleros
Las promesas
Entre mujeres
La cena
Consejos de amigo
Cómo el rey Luis XIV hizo su pequeño papel
El caballo blanco y el caballo negro
En el cual la ardilla cae y la culebra vuela
Belle-Isle-en-Mer
Las explicaciones de Aramis
La despedida de Porthos
El hijo de Biscarrat
La gruta de Locmaria
En la gruta
Uncanto de Hornero
La muerte de un titán
El epitafio de Porthos
El rey Luis XIV
Los amigos de M. Fouquet
El testamento de Porthos
¡Padre, padre!
El Angel de la muerte
El último canto del poema
Epílogo
La muerte de D'Artagnan

TRES COMENSALES ADMIRADOS DE COMER JUNTOS

Al llegar la carroza ante la puerta primera de la Bastilla, se paró a intimación de un centinela, pero encuanto D'Artagnan hubo dicho dos palabras, levantóse la consigna y la carroza entró y tomó hacia el patio del gobierno.
D'Artagnan, cuya mirada de lince lo veía todo, aun al través de los muros, exclamó de repente:
––¿Qué veo?
––¿Qué veis, amigo mío? ––preguntó Athos con tranquilidad.
––Mirad allá abajo.
––¿En el patio?
––Sí, pronto.
––Veo una carroza; habrán traído algún desventuradopreso como yo.
––Apostaría que es él, Athos.
––¿Quién?
––Aramis.
––¡Qué! ¿Aramis preso? No puede ser.
––Yo no os digo que esté preso, pues en la carroza no va nadie más.
––¿Qué hace aquí, pues?
––Conoce al gobernador Baisemeaux, ––respondió D'Artagnan con socarronería: ––llegamos a tiempo.
––¿Para qué?
––Para ver.
––Siento de veras este encuentro, ––repuso Athos, ––al verme,Aramis se sentirá contrariado, primeramente de verme, y luego de ser visto.
––Muy bien hablado.
––Por desgracia, cuando uno encuentra a alguien en la Bastilla, no hay modo de retroceder.
––Se me ocurre una idea, Athos, ––repuso el mosquetero; –– hagamos por evitar la contrariedad de Aramis.
––¿De qué manera?
––Haciendo lo que yo os diga, o más bien dejando que yo me explique a mi modo. Noquiero recomendaros que mintáis, pues os sería imposible.
––Entonces?...
––Yo mentiré por dos,, como gascón que soy.
Athos se sonrió.
Entretanto la carroza se detuvo al pie de la puerta del gobierno.
––¿De acuerdo? ––preguntó D'Artagnan en voz queda,
Athos hizo una señal afirmativa con la cabeza, y, junto con D'Artagnan, echó escalera arriba.
––¿Por qué casualidad?... ––dijo Aramis.––Eso iba yo a preguntaros,––interrumpió D'Artagnan.
––¿Acaso nos constituimos presos todos? ––exclamó Aramis esforzándose en reírse.
––¡Je! eje! ––exclamó el mosquetero, ––la verdad es que las paredes huelen a prisión, que apesta. Señor de Baisemeaux, supongo que no habéis olvidado que el otro día me convidasteis a comer.
––¡Yo! ––exclamó el gobernador.
––¡Hombre! no parece sino que os toma desorpresa. ¿Vos no lo recordáis?
Baisemeaux, miró a Aramis, que a su vez le miró también a él, y acabó por decir con tartamuda lengua:
––Es verdad... me alegro... pero... palabra... que no... ¡Maldita sea mi memoria!
––De eso tengo yo la culpa, ––exclamó D'Artagnan haciendo que se enfadaba.
––¿De qué?
––De acordarme por lo que se ve.
––No os formalicéis, capitán, ––dijo Baisemeaux...
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