A Sus Plantas Rendido Un León

Páginas: 299 (74688 palabras) Publicado: 18 de junio de 2012
Osvaldo Soriano

A sus plantas rendido un león

A sus plantas rendido un león

NARRATIVAS ARGENTINAS

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Osvaldo Soriano

A sus plantas rendido un león

OSVALDO SORIANO

A sus plantas rendido un león

EDITORIAL SUDAMERICANA
BUENOS AIRES

Diseño de tapa: Mario Blanco llustración: Fragmento de "Rana Varia" (1863), Aloys Zötl.
© 1986, Osvaldo Soriano IMPRESO EN LA ARGENTINAQueda hecho el depósito que previene la ley 11.723. © 1986, Editorial Sudamericana, S.A., Humberto I 531, Buenos Aires, Argentina.

ISBN 950—07—0389—0

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Osvaldo Soriano

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A José María Pasquini Durán, por el cónsul, por la amistad.

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Osvaldo Soriano

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Esa mañana, cuando el cónsul Bertoldi fue a visitar la tumbade su mujer, se sorprendió al comprobar que la señora Burnett no había dejado una rosa sobre la lápida. Como todos los viernes, podía verla al otro lado del cementerio, frente al mausoleo de los ingleses. Sólo que esta vez la rosa no estaba allí y la señora Burnett le daba la espalda. Pese a los 45 grados llevaba un vestido largo de cuello cerrado, que nunca le había visto, y la capelina que seponía para las fiestas de cumpleaños de la reina Isabel. Confusamente el cónsul intuyó que algo andaba mal. Quiso correr hacia ella, pero el pantalón empapado de sudor se le pegaba a las piernas y lo obligaba a moderar el paso. Avanzó por la calle principal, a la sombra de las palmeras, y tuvo que quitarse varias veces el sombrero para saludar a los blancos que paseaban en familia. Notó que nadiele retribuía el gesto, pero estaba demasiado apurado para detenerse a pensar. Sobre las colinas alcanzó a ver, casi desteñidos por el sol, a los militares británicos que terminaban las maniobras y regresaban al cuartel. La señora Burnett levantó la sombrilla y empezó a caminar hacia el portal. El cónsul apuró la marcha y cruzó en diagonal entre las tumbas y los yuyos. La alcanzó frente a lacapilla y la saludó con una reverencia exagerada. —Ándate, Faustino, que no nos vean juntos —dijo ella, y agregó, casi en lágrimas—: ¿Por qué tenían que hacer eso, Dios mío, por qué? La mirada de Daisy lo asustó y lo hizo retroceder hasta la galería donde un grupo de nativos rezaba un responso. Se disculpó con un gesto respetuoso y fue a apoyarse contra la pared. Le pesaba la ropa y tenía un nudo enel estómago. Pensó que la había perdido y lo invadió una tristeza tan profunda como la letanía que murmuraban los negros frente al ataúd abierto. Miró hacia el portal y la vio subir al Rolls de la embajada. Un jeep con cuatro soldados salió de entre los árboles y fue a pegarse al paragolpes trasero del coche. El cónsul se acercó a un grifo para refrescarse la cara. Los nativos pasaron a su ladocargando el féretro; algunos lloraban, y otros cantaban una tonada pegadiza. Bertoldi empezó a caminar hacia el centro, pero estaba demasiado abatido, y casi sin darse cuenta se subió a un ómnibus que repechaba la cuesta a paso de hombre. Preguntó el precio del boleto y se corrió hacia el fondo, entre las cajas de bananas y las jaulas de los pájaros. Los negros lo miraban con curiosidad, y elcónsul temió que su presencia allí fuera tomada como una provocación. Nadie, aparte de él, llevaba pantalones largos ni usaba reloj pulsera. Cuando bajó en la plaza del mercado fue a sacar el pañuelo y se dio cuenta de que le habían robado la billetera con los documentos y la poca plata que le quedaba. Miró a su alrededor y vio a los vendedores que mojaban las verduras con una manguera. De pronto, enmedio de esa multitud de rotosos, sintió, como nunca desde la muerte de Estela, una incontenible necesidad de llorar. Cruzó la plaza abriéndose paso entre la gente, protegiéndose los bolsillos vacíos, y se acercó a las letrinas de madera que los ingleses habían construido en la época de la colonia. No encontró ninguna que pudiera cerrarse por dentro y entró en la última, frente a la estatua del...
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