Guãa turãstica de jorge luis borges
TenÃa que reunirme con el Director de la Editorial EloÃsa Cartonera Washington Cucurto, en la â??Casa de la PoesÃaâ?. Decidà tomar un taxi, ya que a las siete de la tarde anochece en Buenos Aires y el tráfico por la Avenida Córdoba estaba lentÃsimo debido a la hora tope y a los â??Piqueteros con sus marchasâ?. Déjeme en Córdoba con Bulnes â??le dijeal taxista-. Y medio asustada, pero valiente, me encaminé hacia la calle Honduras. ¿Cómo describir el barrio? Las casas eran construcciones antiguas, sin antejardÃn y de techos altos. Se podrÃa decir que si olvidaba que estaba en Buenos Aires, me hubiera parecido el barrio Franklin en sus sectores mas refinados; con almacenes en las esquinas, algunas empresas y una que otra casa remodelada,con bellos árboles añosos y algunos cuadrados de pasto silvestre y arbustos floridos. La Casa de la PoesÃa era una casa grande, similar a las viviendas colindantes, de mamparas, patios interiores, baldosas y pisos interiores de madera.
Después de los saludos respectivos, me dispuse a mirar los estantes de libros. Es una biblioteca especialista en poesÃa- me dice el escritor WashingtonCucurto- También un museo; era la casa del Poeta Evaristo Carriego. Nunca oà de ese poeta. Reconozco mi ignorancia, pero afortunadamente tenÃa la oportunidad de más que leer un poema de su autorÃa, estar en la casa donde vivió y respirar el olor que se colaba desde sus paredes. Cucurto, al ser funcionario de la biblioteca, me podÃa llevar por las salas, explicar los pormenores del museo y narraralgunas cosas del poeta, tal como un dueño de casa muestra su hogar. Ahà estaban sus muebles de estilo, antiguos, de tapices floridos y borrosos. Un piano cuidadosamente conservado, su pluma aún entintada, pañitos para cubrir muebles, un espejo, fotos de su familia, y algunos originales escritos por su puño y letra en hojas amarillentas. Borges fue amigo de Carriego â??me sopla Cucurto- Hastaescribió sobre él. Y otra vez mi ignorancia choca con la presencia invisible de Evaristo Carriego, que seguramente me observaba con reproche desde alguna esquina de la habitación. A pesar de todas las alusiones a Borges, aún no lograba asimilar que tenÃa que escribir un artÃculo sobre él.
Me fui con una grata impresión sobre Evaristo Carriego, pensando en que si mi casa despuésfuese un museo, no se sabrÃa con qué escribà mis textos. TendrÃan que poner en la vitrina el teclado de mi computador, porque nunca escribà dos manuscritos con el mismo lápiz.
Tomé un ómnibus y me bajé en la Plaza San MartÃn. Para poder llegar a mi hotel que quedaba en Maipú a la altura del 800. Dicha plaza es una irrupción vegetal, de árboles antiguos, imponentes monumentos yflores que suavizan un poco el verde reinante. Está rodeada por edificios y elegantes cafés. Me dirigà a mi hogar transitorio por la calle Maipú, sintiendo que venÃa desde el cerro Santa LucÃa, bajando por Agustinas.
A la mañana siguiente, después de haber descansado de mis incursiones personales, laborales y turÃsticas, partà a recorrer las calles del â??microcentroâ?. Si bien noera la primera vez que estaba en aquella ciudad, nunca deja de cautivarme, sobre todo porque para apreciarla en toda su magnitud es necesario andar siempre mirando hacia el cielo. Digo esto, porque entre tanta tienda a nivel del suelo, perdemos de vista los hermosos edificios antiguos y sus bizarros detalles, que se alzan majestuosos y elegantes. Estos nos hablan de un pasado increÃble, el mismo...
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