H
ace 10 años una huelga estudiantil inicialmente masiva y siempre muy fuerte y numerosa, incluso en sus peores momentos, paralizó durante un año la principal universidad de México, la másimportante en lengua española y una de las mejores del mundo, y logró impedir la privatización de la enseñanza pública promovida por el PAN-PRI como parte del movimiento de eliminación de los restos de laRevolución Mexicana, que comenzó con Miguel de la Madrid y que llevó a Vicente Fox al gobierno con el apoyo de Zedillo.
A diferencia de las huelgas anteriores, la que estalló el 20 de abril de 1999 nocontó con el apoyo de ninguna de las instituciones, dado que el plan del rector Francisco Barnés contaba con el apoyo de PRI, PAN y PRD, con el sostén inicial del gobierno capitalino del ingenieroCuauhtémoc Cárdenas, de todos los medios excepto La Jornada, y de la gran mayoría de los profesores. Fue una respuesta masiva y desorganizada, pero sumamente combativa, de la gran mayoría de los estudiantesque se autorganizaron para resistir el embate de los medios de comunicación adversos, de las autoridades y de los enterradores políticos de todo tipo, que querían reducir el impacto y la duración delmovimiento para que no dañase la imagen electoral del gobierno capitalino. Los estudiantes cerraron la UNAM, la ocuparon, organizaron allí la defensa de las instalaciones y comedores masivos. Lohicieron con errores y excesos y sin buscar suficientemente la colaboración de los trabajadores sindicalizados o de los profesores (fuimos, en efecto, contados los que hablamos en las facultades ocupadas yapoyamos el movimiento desde el comienzo). Pero esos límites, así como los amplios márgenes que existieron en el movimiento para el sectarismo, la violencia irracional, el primitivismo de losgrupos ultras e incluso para la actividad de provocadores policiales (como los que atacaron físicamente a La Jornada, el único diario que apoyaba al movimiento), no son imputables a las decenas de miles...
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