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Páginas: 22 (5258 palabras) Publicado: 12 de octubre de 2015
LA CIUDAD SIN NOMBRE
H. P. Lovecraft
Al acercarme a la ciudad sin nombre me di cuenta de que estaba maldita. Avanzaba por un valle
terrible reseco bajo la luna, y la vi a lo lejos emergiendo misteriosamente de las arenas, como aflora
parcialmente un cadáver de una sepultura deshecha. El miedo hablaba desde las erosionadas piedras de
esta vetusta superviviente del diluvio, de esta bisabuela de lamas antigua pirámide; y un aura
imperceptible me repelía y me conminaba a retroceder ante antiguos y siniestros secretos que ningún
hombre debía ver, ni nadie se habría atrevido a examinar.
Perdida en el desierto de Arabia se halla la ciudad sin nombre, ruinosa y desmembrada, con sus
bajos muros semienterrados en las arenas de incontables años. Así debía de encontrarse ya, antes de que
pusieranlas primeras piedras de Menfis, y cuando aun no se habían cocido los ladrillos de Babilonia. No
hay leyendas tan antiguas que recojan su nombre o la recuerden con vida; pero se habla de ella
temerosamente alrededor de las fogatas, y las abuelas cuchichean sobre ella también en las tiendas de los
jeques, de forma que todas las tribus la evitan sin saber muy bien la razón. Esta fue la ciudad con laque
el poeta loco Abdul Alhazred soñó la noche antes de cantar su dístico inexplicable:
«Que no está muerto lo que yace eternamente
y con el paso de los evos, aun la muerte puede morir»
Yo debía haber sabido que los árabes tenían sus motivos para evitar la ciudad sin nombre, la
ciudad de la que se habla en extraños relatos, pero que no ha visto ningún hombre vivo; sin embargo,
desafiándolos, penetréen el desierto inexplorado con mi camello. Sólo yo la he visto, y por eso no existe
en el mundo otro rostro que ostente las espantosas arrugas que el miedo ha marcado en el mío, ni se
estremezca de forma tan horrible cuando el viento de la noche hace retemblar las ventanas. Cuando la
descubrí, en la espantosa quietud del sueño interminable, me miró estremecida por los rayos de una luna
fría enmedio del calor del desierto. Y al devolverle yo su mirada, olvidé el júbilo de haberla descubierto,
y me detuve con mi camello a esperar que amaneciera.
Cuatro horas esperé, hasta que el oriente se volvió gris, se apagaron las estrellas, y el gris se
convirtió en una claridad rosácea orlada de oro. Oí un gemido, y vi que se agitaba una tormenta de arena
entre las piedras antiguas, aunque el cieloestaba claro y las vastas extensiones del desierto permanecían
en silencio. Y de repente, por el borde lejano del desierto, surgió el canto resplandeciente del sol, a través
de una minúscula tormenta de arena pasajera; y en mi estado febril imaginé que de alguna remota
profundidad brotaba un estrépito de música metálica saludando al disco de fuego como Memnon lo
saluda desde las orillas del Nilo. Yme resonaban los oídos, y me bullía la imaginación, mientras
conducía mi camello lentamente por la arena hasta aquel lugar innominado; lugar que, de todos los
hombres vivientes, únicamente yo he llegado a ver.
Y vagué entre los cimientos de las casas y de los edificios, sin encontrar relieves ni
inscripciones que hablasen de los hombres -si es que fueron hombres- que habían construido estaciudad
y la habían habitado hacía tantísimo tiempo. La antigüedad del lugar era malsana, por lo que deseé
fervientemente descubrir algún signo o clave que probara que había sido hecha efectivamente por los
hombres. Había ciertas dimensiones y proporciones en las ruinas que me producían desasosiego. Llevaba
conmigo numerosas herramientas, y cavé mucho entre los muros de los olvidados edificios; pero misprogresos eran lentos y nada de importancia aparecía. Cuando la noche y la luna volvieron otra vez, el
viento frío me trajo un nuevo temor, de forma que no me atreví a quedarme en la ciudad. Y al salir de los
antiguos muros para descansar, una pequeña tormenta de arena se levantó detrás de mí, soplando entre
las piedras grises, a pesar de que brillaba la luna, y casi todo el desierto permanecía...
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