I Compagni Pablo Ghigliani

La clase obrera ha sido objeto del cine desde sus orígenes: el 22 de marzo de 1895, los hermanos Lumière proyectan lo que es considerado el primer film de la historia: La sortie des ouvriers des usines Lumière à Lyon Monplaisir. Obreras y obreros saliendo de una fábrica durante algo más de 40 segundos Desde entonces, la potencia expresiva del lenguaje cinematográfico ha puesto en suspenso, una yotra vez, aún involuntariamente, las certezas conservadoras sobre la clase obrera del imaginario revolucionario. Bienvenido sea.


I Compagni / (Mario Monicelli – 1963)


“La conciencia socialista es llevada a la lucha de clases proletaria desde afuera, no es algo que orgánicamente se desarrolle a partir de la lucha de clases.”

Programa de Hainfeld – Partido Socialdemócrata austríaco.1888-1889

La estructura dramática de I Compagni gira en torno a la relación entre el intelectual revolucionario y la clase obrera. Nada más, nada menos: uno de los temas que dividieron las aguas del movimiento marxista en los albores del siglo XX. Más allá de la intención de su autor, la película es un fiel reflejo de la interpretación escolar del ¿Qué hacer? (1902) de Lenin: la conciencia socialista debeser introducida en la clase obrera desde fuera por intelectuales provenientes de los estratos cultos (si no burgueses). En I Compagni, esto es tarea del profesor Sinigaglia.

Siempre es posible citar los tres párrafos de rigor para demostrar que esta interpretación es fidedigna. Pero la cuestión es más compleja. Lenin es heredero de una tradición: aquella que Kautsky consagra en el Programa deErfurt en 1891 (pero que le precede). Su tesis básica consiste en que la conciencia socialista no surge espontáneamente de las luchas que entablan los obreros contra el capital. Claro que Lenin no es un heredero cualquiera, y en sus manos, más que en cualquier otras, tanto por méritos propios como ajenos, toda tradición transmuta. La conciencia socialista sí surge (en parte) de las luchasespontáneas en Lenin; salvo que la hegemonía burguesa, dirá, aborta una y otra vez su desarrollo. De allí que afirme la necesidad del partido para la ineludible tarea de disputar la hegemonía, para descubrir en todo momento y lugar el antagonismo irreconciliable entre los intereses obreros y el sistema político y social como un todo. No es posible plantear seriamente que para Lenin esta era una tarea deintelectuales ilustrados a la Sinigaglia, aunque muchos activistas socialistas en efecto, como él mismo reconoce, sí lo fueran. Asimismo, su insistencia en los límites del desarrollo espontáneo de la conciencia obrera, límites que se manifiestan en pleno como sindicalismo liso y llano, es una operación polémica que recupera a un ala de la socialdemocracia rusa frente a los ataques de una nueva yjoven generación de militantes fortalecida durante la década de 1890, que tendía a confinar sus esfuerzos en la prosecución de demandas económicas. Para Lenin en cambio, en la Rusia Zarista, era esencial que el proletariado conquistara también la libertad política. Ahora bien, bajo un estado cuya policía secreta no tarda más de tres meses en desbaratar cada una de las heterogéneas organizaciones deactivistas socialistas, el partido debía organizarse de un modo distinto al modelo alemán. Nace el partido leninista.

¿Cómo resistir la tentación de identificar ambas tesis? Final anunciado, ambas tesis se funden en una sola en el imaginario revolucionario leninista. Desde entonces ha sido un lugar común concebir a la conciencia socialista como la medicina que cura las desviaciones sindicalistassi se la inocula en el cuerpo rebelde de la clase obrera; y al partido leninista como el medio más idóneo para esta tarea. Si el solo enunciado de la primera tesis ha sido adjetivado de autoritario, en la conjugación de ambas se ha llegado al extremo de reconocer el germen mismo del estalinismo. Y no precisamente invocando la autoridad de intérpretes hostiles a las revoluciones. Una vez la...