J.K Rowling: Precuela de Harry Potter
La motocicleta tomaba velocidad y dobló en la esquina tan rápido en la oscuridad que ambos oficiales de policía en la patrulla de persecución gritaron“¡Guau!”. El sargento Fisher aplastó su pie contra el freno, pensando que el muchacho que conducía de seguro estaría bajo sus ruedas; sin embargo, la motocicleta hizo el giro sin lanzar a ninguno de suspasajeros, y con un guiño de su cola, de luz roja, desapareció por el lado angosto de la calle.
¡Ya los tenemos! -gritó el oficial Anderson, emocionado- ¡Ese es un callejón sin salida!
Apoyándose enel timón y apretando sus neumáticos, Fisher rayó la pintura del costado del auto mientras lo forzaba a través de la angosta calle en persecusión.
Ahí en las luces estaba sentada su presaquieta porfinluego de una carrera de un cuarto de hora. Los dos pasajeros estaban atrapados entre una alta pared de ladrillos y la patrulla de policía, que estaba ahora frente a ellos como un predador rugientecon ojos luminosos.
Había tan poco espacio entre las puertas del auto y las paredes del callejón que Fisher y Anderson tuvieron dificultades para extirparse del vehículo. Les hería la dignidad tenerque desplazarse cuales cangrejos hacia los malandrines. Fisher arrastró su generosa barriga a lo largo de la pared, arrancando botones de su camisa en el camino y arrancando finalmente el espejo delcostado del auto con su retaguardia.
- ¡Bájense de la moto! -gritó a los sonrientes jóvenes, quienes estaban sentados bañándose en la brillante luz azul, como si lo disfrutaran.
Hicieron lo queles habían pedido. Una vez libre del espejo roto del auto, Fisher los miró. Parecían ser adolescentes jóvenes. El que había estado conduciendo tenía el cabello largo y negro, y su insolente buenaapariencia le recordaba desagradablemente al vago guitarrista, novio de su hija. El segundo también tenía el cabello negro, aunque era corto y se paraba en todas direcciones. Usaba lentes y sonreía...
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