Y entendí que un dia el niño sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas

Páginas: 5 (1051 palabras) Publicado: 19 de septiembre de 2015
Y entendí que un dia el niño sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas.
Anoche, mientras estábamos cenando, comenzaron a armar el gran alboroto y
no pararon de cantar hasta que amaneció. Mi madrina también dice eso: que la
gritería de las ranas le espantó el sueño. Y ahora ella bien quisiera dormir. Por
eso me mandó a que me sentara aquí, junto a la alcantarilla, y mepusiera con
una tabla en la mano para que cuanta rana saliera a pegar de brincos afuera,
la apalcuachara a tablazos... Las ranas son verdes de todo a todo menos en la
panza. Los sapos son negros. También los ojos de mi madrina son negros. Las
ranas son buenas para hacer de comer con ellas. Los sapos no se comen; pero
yo me los he comido también, aunque no se coman, y saben igual que las
ranas.Felipa es la que dice que es malo comer sapos. Felipa tiene los ojos
verdes como los ojos de los gatos. Ella es la que me da de comer en la cocina
cada vez que me toca comer.

Siguiente capitulo

EL LLANO EN LLAMAS
¡Viva Petronilo Flores!
El grito se vino rebotando por los paredones de la barranca y subió hasta
donde estábamos nosotros. Luego se deshizo.
Por un rato, el viento que soplaba desde abajonos trajo un tumulto de
voces amontonadas, haciendo un ruido igual al que hace el agua crecida
cuando rueda sobre pedregales. En seguida, saliendo de allá mismo, otro grito
torció por el recodo de la barranca, volvió a rebotar en los paredones y llegó
todavía con fuerza junto a nosotros:
¡Viva mi general Petronilo Flores
Nosotros nos miramos.30
La Perra se levantó despacio, quitó el cartucho a lacarga de su carabina y
se lo guardó en la bolsa de la camisa. Después se arrimó a donde estaban los
Cuatro y les dijo ¡Síganme, muchachos, vamos a ver qué toritos
toreamos! Los cuatro hermanos Benavides se fueron detrás de él, agachados;
solamente la Perra iba bien tieso, asomando la mitad de su cuerpo flaco por
encima de la cerca.
Nosotros seguimos allí, sin movernos. Estábamos alineados al piedel
lienzo, tirados panza arriba, como iguanas calentándose al sol.
La cerca de piedra culebreaba mucho al subir y bajar por las lomas, y
ellos, la Perra y «los Cuatro», iban también culebreando como si fueran con los
pies trabados. Así los vimos perderse de nuestros ojos. Luego volvimos la cara
para ver otra vez hacia arriba y miramos las ramas bajas de los amóles que
nos daban tantita sombra.Siguiente

¡DILES QUE NO ME MATEN! — ¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por
caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad. —No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti. —Haz que te oigan. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado
bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios. —No se trata de sustos. Parece que te van a matar de adeveras. Y yo ya
no quiero volver allá. —Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues. —No. No tengo ganas de ir. Según eso, yo soy tu hijo. Y, si voy mucho
con ellos, acabarán por saber quién soy y les dará por afusilarme a mí
también. Es mejor dejar las cosas de este tamaño. —Anda, Justino. Diles que tengan tantita lástima de mí. Nomás eso diles.
Justino apretó los dientes y movió la cabezadiciendo: —No.
Y siguió sacudiendo la cabeza durante mucho rato. —Dile al sargento que te deje ver al coronel. Y cuéntale lo viejo que
estoy. Lo poco que valgo. ¿Qué ganancia sacará con matarme? Ninguna
ganancia. Al fin y al cabo él debe de tener un alma. Dile que lo haga por la
bendita salvación de su alma.
Justino se levantó de la pila de piedras en que estaba sentado y caminó
hasta la puerta delcorral. Luego se dio vuelta para decir: —Voy, pues. Pero si de perdida me afusilan a mí también, ¿quién cuidará
de mi mujer y de los hijos? —La Providencia, Justino. Ella se encargará de ellos. Ocúpate de ir allá y
ver qué cosas haces por mí. Eso es lo que urge.
Lo habían traído de madrugada. Y ahora era ya entrada la mañana y él
seguía todavía allí, amarrado a un horcón, esperando. No se podía...
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