Y subio a la montaña

“Un monje holandés subió a lo alto de una montaña, hastiado de los males de su tiempo, allí paso brillantes amaneceres, bucólicas tardes, noches místicas, en fin, la grandeza de la creación, contrapuesta a la gris existencia del hombre de su época, henchido de valor retorno a su pueblo dispuesto a cambiar las cosas. Algunos piensan que esto dio inicio el Renacimiento”



Solo, en lainmensidad, la sobrecogedora sensación del infinito cercano y lejano a la vez, la presencia de Dios cuando observo las estrellas e intento comprender que indujo a los griegos a dotarlas de imaginaria formas ininteligibles. Será el hombre un animal social o esa necesidad de asociación la produce el temor a lo inexplicable y desconocido, sin cuya presencia preferiríamos aislarnos, “ser soberano de dosinmensidades mar y cielo y cuando sienta el corazón cansado...”.
¡Cómo duele mi espalda!, No fue una buena idea este retorno a un pasado que entre brumas recodaba dulce y afable y regresa tan agresivo y descarnado, sueños de niño, este hermoso contacto con la naturaleza y sus incomodidades, la dureza del suelo, las molestias de los mosquitos y hormigas, el olor a café humeante, cuando este recorrenuestro aparato digestivo y acelera el pulso, ¡Qué sensación! ¡Un cigarrillo, mi reino por un cigarrillo!
La humanidad en su ecléctico camino evolutivo considera un triunfo facilitar cualquier labor manual al individuo, sin sopesar su coste emotivo, su importancia animal, su papel en el proceso que nos llevo a ser la especie dominante del planeta producto de nuestra capacidad de desarrollartecnología y lo irónico es que esto nos vuelva “inútiles”masas sin capacidad motora supeditados a los dispositivos que la ciencia haya creado para sustituir nuestras habilidades naturales como marcianos en “La guerra de los mundos”, “El órgano que no se utiliza tiende a atrofiarse”, como en un relato de Asimov inspirado en Darwin, más bien una pesadilla de Setefen King. Por tanto es nuestra obligacióndisfrutar de estas bellas montañas mientras el supremo hacedor nos ofrezca la oportunidad de intimar con la naturaleza y sus bondades, así como protegerlas de la predación de inconscientes hombres, de hombres insensibles cegados por su perspectiva futura y la vorágine del cambio que corre como “Cadilac sin frenos”y nos conmina a seguir repitiendo una y otra ves nuestros errores , cargando lapiedra hasta la cima de la montaña y observándola rodar hacia abajo para comenzar de nuevo con nuestro castigo divino.
-¡Que se muere don Juan, se muere!- Los gritos nerviosos de Benjamín, mi anfitrión “cabecar” quien tenía cada una de sus extremidades en mundos diferentes me saco abruptamente del soliloquio.
-Hombre calmáte ¿Quién se muere?- En ese momento me di cuenta de la ridícula apreciaciónde algunos compatriotas auto convencidos de la pureza de su herencia mediterránea, como si los moros no hubiesen raleado el gen de origen de echo visigodo y no ario.
-¡A un güila de arriba lo trabó una terciopelo!- En ese momento mi vista se nublo y comencé a respirar agitado, maldito azúcar, tome mi salbeque y comencé ha caminar.
-¿Qué tan lejos Benjamín?- Pregunté sin poder ocultar minerviosismo.
-Dos horas, tal vez más, porque ya comienza ha llover y río Guayabo se pone difícil de pasar, hay quir rápido sino se muere.- Dos horas ¿Qué esperanza era aquella?, rápido, rápido, gasa, yodo, antiofídico, el prospecto ¿Cómo me metí en este berenjenal? Una gruesa gota cruzó mi cara, el cielo oscuro como una mala conciencia parecía dispuesto a entorpecer nuestro esfuerzo, de por sí complejotomando en consideración que nos encontrábamos en la zona más inhóspita del país, con grandes sectores vírgenes, montañas con bosques lluviosos en donde en cierto momento las copas de los árboles bloquean completamente la luz y una noche eterna acompaña tu tránsito junto con un incomodo calor húmedo que te hace sudar y sudar hasta que los zapatos comienzan a expeler un fétido aroma a podrido....