03 El Jardin De Verano Paullina Simons

Páginas: 1338 (334323 palabras) Publicado: 4 de agosto de 2015
Paullina Simons



Tatiana y Alexander, Nº 03
El jardín de veranoPara Kevin, mi guía místico.
Junto a los ríos de Babel,
estábamos sentados y llorando,
recordando a Sión.
Allí, sobre los sauces,
habíamos colgado nuestras liras,
pues que allí nos pedían
cantos nuestros carceleros;
nuestros verdugos, alegría:
Cantad para nosotros,
de los cantos de Sión.
¡Cómo cantar los cantos del Señor
en unatierra extraña!

Salmo 137

Cantar de los Cantares, que es de Salomón.
Cantar de los CantaresÍNDICE
LIBRO PRIMERO 5
Capítulo 1 6
Capítulo 2 66
Capítulo 3 107
Capítulo 4 146
Capítulo 5 159
Capítulo 6 175
Primer Interludio 209
LIBRO SEGUNDO 243
Capítulo 7 244
Capítulo 8 259
Segundo Interludio 363
LIBRO TERCERO 385
Capítulo 9 386
Capítulo 10 403
Capítulo 11 422
Capítulo 12 479
Capítulo 13 521
LIBROCUARTO 531
Capítulo 14 532
Capítulo 15 573
Capítulo 16 599
Capítulo 17 674
Capítulo 18 685
CODA 694
RESEÑA BIBLIOGRÁFICA 729


LIBRO PRIMERO

LA TIERRA DEL LUPINO
Y EL LOTO

El loto florece en la cima yerma,
el loto florece en los riachuelos sinuosos...
Sellemos un pacto y jurémosle fidelidad:
el de vivir en la huera tierra del loto y recostarnos
en las colinas como dioses, ajenos a la humanidad.Alfred Lord Tennyson


Capítulo 1
Deer Isle, 1946
El caparazón
Caparazón, m. Esqueleto externo o cubierta dura que protege el cuerpo de los crustáceos como la langosta.
Hace mucho, mucho tiempo, en Stonington, Maine, a la hora del crepúsculo, al final de una guerra enardecida y al principio de otra fría, una joven vestida de blanco, aparentemente serena pero con manos temblorosas, estaba sentada enun banco junto al puerto, comiendo helado.
A su lado había un niño pequeño que también comía helado, de chocolate. Charlaban tranquilamente, y el helado se derretía más deprisa de lo que la madre tardaba en comérselo. Le estaba cantando Brilla, brilla, estrella mía, una canción rusa, tratando de enseñarle la letra. El niño la escuchaba atentamente para luego, entre risas, destrozar las estrofas.Como de costumbre, observaban el regreso al puerto de los barcos langosteros y, casi siempre, ella oía los chillidos de las gaviotas antes de ver aparecer a los barcos.
Soplaba una brisa suave, y el pelo estival acariciaba ligeramente la cara de la mujer. Se le habían soltado unos cuantos mechones de la trenza gruesa y larga que llevaba echada sobre el hombro. Era rubia y muy blanca, de pieltranslúcida y ojos también translúcidos, con el rostro plagado de pecas. El niño, de piel morena, tenía el pelo negro y los ojos oscuros, y las piernas regordetas propias de un crío de dos o tres años.
Parecían estar allí sentados sin ningún propósito concreto, pero era una impresión de falsa indolencia. La mujer observaba los barcos del horizonte azul con firme determinación; dirigía la mirada al chicoy luego al helado, alternativamente, pero contemplaba la bahía embobada, como embriagada.
Tatiana quiere beberse un trago de sí misma en el tiempo presente, porque quiere creer que no existe el ayer, que sólo existe el aquí y el ahora, en Deer Isle, una de las islas alargadas y de suaves pendientes frente a la costa central de Maine, conectada al continente por un ferry y por un puente suspendidoa trescientos metros de altura, que los tres habían atravesado a bordo de su caravana, su Schult Nomad Deluxe de segunda mano. Con ella recorrieron la bahía de Penobscot, cruzaron el Atlántico en dirección sur, hasta los mismísimos confines del mundo, hasta Stonington, una pequeña ciudad blanca acurrucada al abrigo de las laderas de robles al pie de Deer Isle. Tatiana, intentando con toda su almavivir únicamente en el presente, cree que no hay nada más hermoso ni más apacible que aquellas casas blancas de madera, construidas sobre las laderas en angostos caminos de tierra y que dan a la inmensidad de las aguas rizadas de la bahía que Tatiana contempla día tras día. Eso es la paz. Eso es el presente, casi como si no hubiese nada más.
Sin embargo, de tarde en tarde, por una fracción de...
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