2001

Páginas: 5 (1031 palabras) Publicado: 19 de marzo de 2014
Bernard.París,2007
Observabadesdelaterrazaeltránsitodelosautomóviles, mi mirada descendió hacia el banco del bulevar Bour- don, donde una pareja de jóvenes se besaba; probable- mente el mismo banco en el que Bouvard y Pécuchet conversaron,bajouncalordetreintaysietegrados,enla noveladeGustaveFlaubert.Nohaynadamásplacentero y hechizante que deleitarse observando los besos que se dan los jóvenes enParís: besos de tornillo, de pura len- gua; Robert Doisneau supo retratar el beso parisino comonadie. Me retiré de la ventana y atravesé el salón en direc- ción a la otra ala de la estancia. La vida de una mujer es unaeternaletanía;cuandoesaletaníacesa,sedetieneel deseo y se inicia la temporada de los ardientes pensa- mientos. Entonces comienza la época en que el cuerpo se enfría, y la fiebre seapodera salvajemente de la psi- quis.Estonoquieredecirquesehayaterminadolavida, sólo se detiene, para volver a echar a andar violenta y es- trepitosamente hacia esa nueva infancia que, adormi- lada,nosesperaconlamuerte.
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Había parado de llover hacía dos horas, y una vez que salió el sol, abrí los pulmones, respiré hondo y le di la bienvenida a la primavera a través del gran ventanal queencuadra en un rectángulo cinematográfico el jar- díndelpatio. Bernard me estaba esperando en su casa de la calle Beaune, en Saint-Germain-des-Prés. Estrené un vestido ligero,quizádemasiadoligero.«Enavril,netedécouvrepas d’unfil»,diceelrefrán,«enabrilnotequitesniunhilo», loquesignificaqueenestemesnohayquedesabrigarse, elfríopodríasertraicionero,podríaregresardegolpe,y tendríamos asegurado el riesgo decaer enfermos. Pero no me apetecía ponerme un abrigo, ni tampoco un im- permeable, ni siquiera una chaqueta. ¡Ay!, cuánto año- raba el verano, y debido a esa pueril añoranza opté por vestirme como si ya estuviésemos en verano y gozáramos delcalorsoporíferoysecodeParís. La primavera, ¡por fin había llegado la primavera, tras un largo y tortuoso invierno! Atrás quedaba la nieve amontonada en lasaceras, las calles enfangadas. De to- dos modos, cubrí mi cuerpo con un impermeable de cueronegro,uncuerofinodecordero,porsiacaso. No deseaba hacer esperar demasiado a Bernard, ésa ibaaserlasegundavezquelovería. Nosconocimosendiciembre,antesdelasNavidades; fuimospresentadosenuncine,cuandolapelículahacía ya algunos minutos que había empezado. Sólo pudimos intercambiar algunas frases amables en medio dela pe- numbra, pues no queríamos molestar al vecino de bu- taca. Era el estreno del film de un amigo suyo, con esa actriz que me gustaba tanto... Tengo un lapsus, no re- cuerdo el título de la película... Pero sí, claro que sí,
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ahora sí que me viene el nombre de la actriz, Nathalie Baye. La película estaba muy bien, se trataba del primer largometraje de un nuevo realizador que había traba-jado antes como guionista. Bernard también ha sido guionista, y lo sigue siendo, de grandes producciones francesas y se codea con la flor y nata parisina, conoce a letoutParis,comoquiendice.FueamigodeMarie-Laure De Noailles, Leonor Fini, Dora Maar... Bernard es escri- tor y coautor de Les Salons. Es un buen escritor, pero él no lo ve así o no ha querido verlo nunca. Yo sabía que había sido amigoíntimo de James Lord, y lo conocí por medio de unos amigos cubanos, que me hablaron de él de manera breve, pero intensa. Ha sido un guionista de éxito y sigue siendo un caballero elegante, de mucha clase, educado, aunque con un ligero toque de timidez queloengrandeceaúnmásperoqueperturbasucapaci- dad para la comunicación, no la hace fácil para los de- más. Aquella misma noche, después del estreno,fuimos a cenar a un restaurante «de artistas y escritores», dijo, y me presentó al nieto de una gran dama parisina, una tipa de esas de alcurnia, con un nombre bien puesto, acompañado de una retahíla de apellidos, y mientras más apellidos más montañas de dinero, supongo que todo muy bien guardado en bancos suizos. También te- nía cantidad de joyas y alhajas antiguas, abrigos de pie- les, visones,...
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