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Páginas: 7 (1578 palabras) Publicado: 22 de abril de 2015
ALFAGUARA HISPANICA

Mario Vargas Llosa
El sueño del celta

Para Álvaro, Gonzalo y Morgana.
Y para Josefina, Leandro,
Ariadna, Aitana, Isabella y Anaís.

Cada uno de nosotros es, sucesivamente, no uno,
sino muchos. Y estas personalidades sucesivas, que
emergen las unas de las otras, suelen ofrecer entre sí
los más raros y asombrosos contrastes.
josé enrique rodó
Motivos de Proteo

El Congo I

Cuando abrieron la puerta de la celda, con el cho­
rro de luz y un golpe de viento entró también el ruido de
la calle que los muros de piedra apagaban y Roger se des­
pertó, asustado. Pestañeando, confuso todavía, luchando
por serenarse, divisó, recostada en el vano de la puerta, la
silueta del sheriff. Su cara flácida, de rubios bigotes y ojillos
maledicentes, lo contemplaba con la antipatíaque nunca
había tratado de disimular. He aquí alguien que sufriría si
el Gobierno inglés le concedía el pedido de clemencia.
—Visita —murmuró el sheriff, sin quitarle los ojos
de encima.
Se puso de pie, frotándose los brazos. ¿Cuánto había
dormido? Uno de los suplicios de Pentonville Prison era no
saber la hora. En la cárcel de Brixton y en la Torre de Lon­
dres escuchaba las campanadas que marcabanlas medias
horas y las horas; aquí, las espesas paredes no dejaban llegar
al interior de la prisión el revuelo de las campanas de las
iglesias de Caledonian Road ni el bullicio del mercado de
Islington y los guardias apostados en la puerta cumplían
estrictamente la orden de no dirigirle la palabra. El sheriff
le puso las esposas y le indicó que saliera delante de él. ¿Le
traería su abogado algunabuena noticia? ¿Se habría reuni­
do el gabinete y tomado una decisión? Acaso la mirada del
sheriff, más cargada que nunca del disgusto que le inspiraba,
se debía a que le habían conmutado la pena. Iba caminan­
do por el largo pasillo de ladrillos rojos ennegrecidos por la
suciedad, entre las puertas metálicas de las celdas y unos
muros descoloridos en los que cada veinte o veinticinco
pasos habíauna alta ventana enrejada por la que alcanzaba

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a divisar un pedacito de cielo grisáceo. ¿Por qué tenía tanto
frío? Era julio, el corazón del verano, no había razón para
ese hielo que le erizaba la piel.
Al entrar al estrecho locutorio de las visitas, se afli­
gió. Quien lo esperaba allí no era su abogado, maître George
Gavan Duffy, sino uno de sus ayudantes, un joven rubio
y desencajado, depómulos salientes, vestido como un pe­
timetre, a quien había visto durante los cuatro días del
juicio llevando y trayendo papeles a los abogados de la
defensa. ¿Por qué maître Gavan Duffy, en vez de venir en
persona, mandaba a uno de sus pasantes?
El joven le echó una mirada fría. En sus pupilas
había enojo y asco. ¿Qué le ocurría a este imbécil? «Me
mira como si yo fuera una alimaña», pensóRoger.
—¿Alguna novedad?
El joven negó con la cabeza. Tomó aire antes de
hablar:
—Sobre el pedido de indulto, todavía —murmu­
ró, con sequedad, haciendo una mueca que lo desencajaba
aún más—. Hay que esperar que se reúna el Consejo de
Ministros.
A Roger le molestaba la presencia del sheriff y del
otro guardia en el pequeño locutorio. Aunque permane­
cían silenciosos e inmóviles, sabía que estabanpendientes
de todo lo que decían. Esa idea le oprimía el pecho y di­
ficultaba su respiración.
—Pero, teniendo en cuenta los últimos aconteci­
mientos —añadió el joven rubio, pestañeando por prime­
ra vez y abriendo y cerrando la boca con exageración—,
todo se ha vuelto ahora más difícil.
—A Pentonville Prison no llegan las noticias de
afuera. ¿Qué ha ocurrido?
¿Y si el Almirantazgo alemán se habíadecidido por
fin a atacar a Gran Bretaña desde las costas de Irlanda?
¿Y si la soñada invasión tenía lugar y los cañones del Kái­
ser vengaban en estos mismos momentos a los patriotas

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irlandeses fusilados por los ingleses en el Alzamiento de
Semana Santa? Si la guerra había tomado ese rumbo, sus
planes se realizaban, pese a todo.
—Ahora se ha vuelto difícil, acaso imposible, tener
éxito...
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