2013 La Vida Que Pensabamos Eduardo

Páginas: 25 (6062 palabras) Publicado: 4 de julio de 2015
Atendí yo y era el abuelo. Al principio apenas conseguía escucharlo, porque a mis espaldas seguía la letanía de reclamos recíprocos entre mis hermanos y mamá. Que en esta casa nadie atiende el teléfono, que me tengo que ocupar de todo sola, que le tocaba atender a Lautaro, que Mariano estaba sin hacer nada, que mejor que atendió Agustina que jamás en la vida levanta la mesa, que ustedes tres mevan a volver loca.
Tanto era lo que gritaban que tapé el tubo y les grité yo que se callaran, que era el abuelo y que no escuchaba nadie. Algo de caso hicieron. De todas maneras no me resultaba fácil escuchar lo que me decía. Porque el abuelo me hablaba en voz baja. Tanto, que un par de veces le tuve que pedir que me repitiera. Mi abuelo siempre habla bajito. No es de esos viejos que gritan depuro sordos. No. Desde chiquita me acuerdo eso del abuelo. Siempre te habla como si vos y él fueran los únicos en la Tierra, ajeno a todo lo demás.
Pero esta vez su voz era un murmullo, tanto, que por fin entendí que me estaba hablando en secreto. Imaginé que la abuela andaba cerca y que quería mantener nuestra conversación en el mayor de los sigilos. Y yo, como una tonta, empecé a murmurar también,en ese reflejo automático que tenemos: si alguien nos grita porque no nos escucha, gritamos. Y si alguien bisbisea, bisbiseamos. Qué tarada que soy: el verbo bisbisear no se utiliza desde hace cuarenta y cinco años, y yo lo incorporo en esto que estoy escribiendo. Deformación profesional, diría mamá, a la que le encanta usar esa palabra: “profesional”. Ella es psicóloga, y le encanta hablar de losprofesionales, de lo que hacen los profesionales, de lo que dicen los profesionales, e imaginar cuando su hija también sea un profesional. En plural, “profesionales” me suena al western de la década del 60 que se llamaba así. Y en singular, a alguien muy serio, de delantal o portafolio, que me escruta con ojos sapientes pero amenazantes. Sapiente. Ahí va otra palabra sacada del arcón de losrecuerdos. O de los olvidos. Mi mamá dice lo de la deformación profesional porque estudio periodismo, y en la nebulosa de sus certezas eso viene a significar: “La nena quiere dedicarse a escribir pero, claro, con la literatura se moriría de hambre, así mejor periodismo”. El razonamiento de mamá concluye con un “Claro, Agustina siempre leyó mucho”. Yo la dejo, total. Con sus pacientes será muypsicóloga, pero en casa y con nosotros es toda una mamá de las de antes, de ésas de chismes y batón.
De todas maneras, si yo le mostrase esto que estoy escribiendo a cualquier profesor de la facultad, aun el más improvisado de los improvisados, me diría que no le encuentra el hilo. Y tendría razón. Empecé hablando de la llamada de mi abuelo (porque eso es lo que quería contar) y ahora estoy hablando de mí,de las confusiones de mamá y de palabras perimidas. Tomá, “perimidas”, ahí tenés.
Vuelvo. La cosa es que así, en tono secreto, fue como me habló el abuelo. “Tengo que preguntarte algo”, me dijo. “Invitarte a algo”, me aclaró. “¿Qué tenés que hacer el viernes a la noche?”, me preguntó. “A eso de las ocho.” “No tengo nada”, le dije. Si la pregunta me la hubiese hecho una amiga le habría dicho quetenía pensado salir a bailar. Pero a bailar una sale a la una de la mañana (qué feo queda ese “una” repetido como pronombre y como adjetivo numeral, soy un asco). La gente grande como el abuelo no concibe siquiera que una chica pueda iniciar una salida a la madrugada. Decirle “Me ocupo recién a medianoche” es como decirle “Hay vida en Venus”. Da lo mismo. De manera que le dije que no, que no teníanada. Fuera lo que fuese que el abuelo tenía para proponerme, el tiempo me daba para salir con él y volver a casa a bañarme, vestirme y arreglarme. “¿Adónde me querés invitar?”, le pregunté. “A la cancha”, me contestó. Y con eso, la verdad que consiguió sorprenderme. Mi primer impulso fue preguntarle por qué no les decía a los mellizos, o a alguno de los dos, que son tan futboleros como él y tan...
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