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Páginas: 5 (1094 palabras) Publicado: 9 de marzo de 2014
Me encontraba bajo la posada donde ella habitaba en esos momentos. Tenía una cara perfecta, clara, de ojos azules, pelo completamente liso y rubio, labios carnosos, no era muy alto. Para terminar antes, era lo más bello que os podáis imaginar, no la podría describir.
Fuera de la posada había un llano, unas tierras de cosecha y unos manzanos. Estaba rodeada por un pequeño muro de piedras grisesde diferentes tonalidades, y una puerta, no mucho más alta, de madera. Estaba sentado, apoyado en el muro, bajo la sombra que daba un manzano, tapándome de la luz de la luna. Allí las farolas no alumbraban. Pensaba que ella estaría durmiendo o que no estaba en la posada, pues no había ninguna luz encendida. Seguí esperando, y al cabo de la hora, más o menos, se encendió la luz de su habitación.Entonces escuché como chirrió la puerta. Giré la cabeza hacia allá y la vi aparecer. Me tranquilicé. Pero pronto me di cuenta que iba acompañada de otro hombre. Él era robusto, tenía pelo corto y rizado, moreno y con barba. Me dio un vuelco el corazón. Multitud de preguntas vinieron a mi cabeza. -¿Qué hacia ese hombre allí?; ¿Por qué no llevaba camiseta?; ¿No llevaba más vestimenta?; ¿Dormía juntoa ella?; ¿Era su amor?; ¿Se había olvidado ella ya de mí?...-
No aparté la mirada hasta que entraron dentro de la posada. Entonces empezó a moverse el viento. Cada vez con más fuerza. Mi largo cabello ondulaba y bailaba con el viento. Mientras, el odio se apoderaba de mí. Me ponía cada vez más nervioso. Mi corazón latía con mayor rapidez. Y empezó a llover. Empezó la tormenta.
-Vete.- Mesusurró el viento al oído. Me calmé. Deslicé hacia atrás mi lisa y negra cabellera. Me puse el sombrero, y me ceñí el abrigo al cuerpo. Era un abrigo negro, lleno de bolsillos interiores, y me llegaba hasta los tobillos, como cualquier abrigo que hayáis visto en una película de magos. Me levanté con delicadeza. Dirigí de nuevo mi mirada a la puerta de la posada. Aparte la mirada, y me dirigí para salirdel recinto.
En la calle reinaba la oscuridad, y el silencio. Salí del recinto de la posada con la cabeza agachada. Y me sumergí en el silencio que había en la calle. No se oía nada más que las gotas de la lluvia y el chisporroteo que hacía la última farola que podía observar. Era la única farola que daba un poco de claridad a la calle. Caminaba mansamente. A medida que avanzaba llegué adistinguir unas voces. Una voz era dulce, pero estaba gritando y forzaba un llanto doloroso. La otra voz era una voz muy grave, y parecía muy tranquila . Llegué a la intersección y vi a una joven abrazada a una farola mientras gritaba. La joven, de cara redonda, se mostraba deshecha, despeinada. Echaba sangre por la nariz. Sinceramente pienso que debía de ser muy bella, pero en ese momento no lo era.Claramente, por la situación en la que se encontraba. Frente a ella, vi a un hombre, se encontraba de pie, con postura amenazadora, llevaba una capa marrón. Entonces la joven me vio.
¡Ayúdame! - Gritó nerviosa, y empezó a sollozar. – Por favor.
Podría haber evitado mirar hacía el hombre con mi mayor odio posible, pero no lo hice. El individuo me miró a los ojos y vi cómo le invadía el terror. Teníalos ojos marrones, y poco a poco se les encharcaba en miedo. Empezó a temblar. Hizo un amago de empezar a correr. Pero aparte la mirada, como si aquello no fuese conmigo, y seguí mi camino hacía mi herrería. A lo lejos escuchaba la voz de la chica pidiendo ayuda mientras era golpeada y se cortaban sus palabras.
Llegué a la herrería, y me dirigí directamente a la habitación. Me tumbé en la cama.Y sin poderlo evitar se me venía miles de imágenes. El hombre en la ventana. La joven apoyada en la farola. La cara del hombre que le golpeaba.
Empecé a pensar lo que podría haber hecho. Podría haber seguido bajo la casa, pero tenía miedo, y el odio que sentía en aquel momento me podría llevar a hacer cosas de las que no me sentiría orgulloso. Podría haber ayudado a la chavala. Podría haber...
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