almohadón

Páginas: 6 (1310 palabras) Publicado: 24 de septiembre de 2014
Los guantes de goma
[Cuento. Texto completo.]
Horacio Quiroga

El individuo se enfermó. Llegó a la casa con atroz dolor de cabeza y náuseas. Acostose en seguida, y en la sombría quietud de su cuarto sintió sin duda alivio. Mas a las tres horas aquello recrudeció de tal modo que comenzó a quejarse a labio apretado. Vino el médico, ya de noche, y pronto el enfermo quedó a oscuras, con bolsas dehielo sobre la frente.

Las hijas de la casa, naturalmente excitadas, contáronnos en voz todavía baja, en el comedor, que era un ataque cerebral, pero que por suerte había sido contrarrestado a tiempo. La mayor de ellas, sobre todo, una muchacha fuertemente nerviosa, anémica y desaliñada, cuyos ojos se sobreabrían al menor relato criminal, estaba muy impresionada. Fijaba la mirada en cada unade sus hermanas que se quitaban mutuamente la palabra para repetir lo mismo.

-¿Y usted, Desdémona, no lo ha visto? -preguntole alguno.

-¡No, no! Se queja horriblemente... ¿Está pálido? -se volvió a Ofelia.

-Sí, pero al principio no... Ahora tiene los labios negros.

Las chicas prosiguieron, y de nuevo los ojos dilatados de Desdémona iban de la una a la otra.

Supongo que el enfermopasó estrictamente mal la noche, pues al día siguiente hallé el comedor agitado. Lo que tenía el huésped no era ataque cerebral sino viruela. Mas como para el diagnóstico anterior, las chicas ardían de optimismo.

-Por suerte, es un caso sumamente benigno. El mismo médico le dijo a la madre: “No se aflija, señora, es un caso sumamente benigno”.

Ofelia accionaba bien, y Artemisa secundaba suseguridad. La hermana mayor, en cambio, estaba muda, más pálida y despeinada que de costumbre, pendiente de los ojos del que tenía la palabra.

-Y la viruela no se cura, ¿no? -atreviose a preguntar, ansiosa en el fondo de que no se curara y aun hubiera cosas mucho más desesperantes.

-¡Es un caso completamente benigno! -repitieron las hermanas, rosadas de espíritu profético. Si bien horas despuésllevábanse al enfermo y su contagio a la Casa de Aislamiento. Supimos de noche que seguía mal, con la más fúnebre viruela negra que es posible adquirir en la Aduana. Al día siguiente fueron hombres a desinfectar la pieza donde había incubado la terrible cosa, y tres días después el individuo moría, licuado en hemorragias.

Bien que nuestro contacto con el mortal hubiera sido mínimo, no vivimosdel todo tranquilos hasta pasados siete días. Fatalmente surgía a diario, en el comedor, el sepulcral tema, y como en la mesa había quienes conocían a los microbios, estos tornaron sospechosa toda agua, aire y tacto.

La muerte, ya habitual seguramente en los terrores nerviosos de Desdémona, cobró esta vez forma más tangible en la persona de sus sutiles nietos.

-¡Oh, qué horror, los microbios!-apretábase los ojos-. Pensar que uno está lleno de ellos...

Tenga cuidado con sus manos, y descartará muchas probabilidades -compadeciola uno.

-No tanto -arguyó otro-. Ha habido contagios por carta. ¿A quién se le va a ocurrir lavarse las manos para abrir un sobre?

Los ojos desmesurados de Ofelia quedáronse fijos en el último. Los otros hablaban, pero este había sugerido cosasmaravillosamente lúgubres para que la mirada de la joven se apartara de él. Después de un rato de inmóvil ensueño terrorífico, mirose bruscamente las manos. No sé quién tuvo entonces la desdicha de azuzarla.

-Llegará a verlos. La insistencia en mirarse las manos desarrolla la vista en modo tal que poco a poco se llega a ver trepar los microbios por ella...

-¡Qué horror! ¡Cállese! -gritó Desdémona.Pero ya el trastorno estaba producido. Días después dejaba yo de comer allá, y un año más tarde fui un anochecer a ver a la gente aquella. Extrañome el silencio de la casa; hallé a todos reunidos en el comedor, silenciosos y los ojos enrojecidos; Desdémona había muerto dos días antes. En seguida recordé al individuo de la viruela; tenía por qué, sin darme cuenta.

Durante el mes subsiguiente...
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