Borges

Páginas: 16 (3925 palabras) Publicado: 17 de julio de 2014
LA MUERTE Y LA BRUJULA
Jorge Luis Borges
De los muchos problemas que ejercitaron la temeraria perspicacia de Lönnrot, ninguno tan
extraño -tan rigurosamente extraño, diremos- como la periódica serie de hechos de sangre que
culminaron en la quinta de Triste-le-Roy, entre el interminable olor de los eucaliptos. En
verdad que Erik Lönnrot no logró impedir el último crimen, pero es indiscutibleque lo previó.
Tampoco adivinó la identidad del infausto asesino de Yarmolinsky, pero sí la secreta
morfología de la malvada serie y la participación de Red Scharlach, cuyo segundo apodo es
Scharlach el Dandy. Este criminal (como tantos) había jurado por su honor la muerte de
Lönnrot, pero éste nunca se dejó intimidar. Lönnrot se creía un puro razonador, un Auguste
Dupin, pero algo deaventurero había en él y hasta de tahúr.
El primer crimen ocurrió en el Hôtel de Nord - ese alto prisma que domina el estuario cuyas
aguas tienen el color del desierto. A esa torre (que muy notoriamente reúne la aborrecida
blancura de un sanatorio, la numerada divisibilidad de una cárcel y la apariencia general de
una casa mala) arribó el día 3 de diciembre el delegado de Podólsk al Tercer CongresoTalmúdico, doctor Marcelo Yarmolinsky, hombre de barba gris y ojos grises. Nunca sabremos si
el Hôtel du Nord le agradó: lo aceptó con la antigua resignación que le había permitido tolerar
tres años de guerra en los Cárpatos y tres mil años de opresión y de pogroms. Le dieron un
dormitorio en el piso R, frente a la suite que no sin esplendor ocupaba el Tetrarca de Galilea.
Yarmolinsky cenó,postergó para el día siguiente el examen de la desconocida ciudad, ordenó
en un placard sus muchos libros y sus muy pocas prendas, y antes de media noche apagó la luz.
(Así lo declaró el chauffer del Tetrarca, que dormía en la pieza contigua.) El 4, a las once y tres
minutos a.m., lo llamó por teléfono un redactor de la Yidische Zeitung; el doctor Yarmolinsky
no respondió; lo hallaron en supieza, la levemente oscura la cara, casi desnudo bajo una gran
capa anacrónica. Yacía no lejos de la puerta que daba al corredor; una puñalada profunda le
había partido el pecho. Un par de horas después, en el mismo cuarto, entre periodistas,
fotógrafos y gendarmes, el comisario Treviranus y Lönnrot debatían con serenidad el
problema.
- No hay que buscarle tres pies al gato - decía Treviranus,blandiendo un imperioso cigarro-.
Todos sabemos que el Tetrarca de Galilea posee los mejores zafiros del mundo. Alguien, para
robarlos, habrá penetrado por aquí por error. Yarmolinsky se ha levantado; el ladrón ha tenido
que matarlo. ¿Qué le parece?
- Posible, pero no interesante -respondió Lönnrot-. Usted replicará que la realidad no tiene la
menor obligación de ser interesante. Yo lereplicaré que la realidad puede prescindir de esa
obligación, pero no las hipótesis. En la que usted ha improvisado, interviene copiosamente el
azar. He aquí un rabino muerto; yo preferiría una explicación puramente rabínica, no los
imaginarios percances de un imaginario ladrón.
Treviranus repuso con mal humor:
- No me interesan las explicaciones rabínicas; me interesa la captura del hombre queapuñaló a
este desconocido.

- No tan desconocido -corrigió Lönnrot- Aquí están sus obras completas. - Indico en el placard
una fila de altos volúmenes: una Vindicación de la cábala; un Examen de la filosofía de Robert
Flood; una traducción literal de Sepher Yezirah; una Biografía del Baal Shem; una Historia de la
secta de los Hasidim; una monografía (en alemán) sobre el Tetragrámaton; otra, sobrela
nomenclatura divina del Pentateuco. El comisario los miró con temor, casi con repulsión.
Luego se echó a reír.
- Soy un pobre cristiano -repuso-. Llévese todos esos mamotretos, si quiere; no tengo tiempo
que perder en supersticiones judías.
- Quizá este crimen pertenece a la historia de las supersticiones judías- murmuró Lönnrot.

- Como el cristianismo -se atrevió a completar el...
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