Cacapopo
Yo tenía apenas 6 años, recuerdo como si fuera ayer cuando un chico de mediana estatura, ojos grandes y un tanto hundidos llamó a la puerta de mi casa a pedir ayudasobre la instalación de los medidores de luz para los nuevos vecinos. Gloria Roldán la dueña de casa había alquilado a este joven menor de edad el departamento del fondo del callejón, el habíaargumentado que sus padres estaban de viaje y que iban a vivir con él, mi madre le explicó cómo se repartían las conexiones de luz y advertencias y sugerencias para llevar una relación armónica entre vecinos,Juan Fernando estaba con un amigo, y muy sonriente y sencillo agradeció por la ayuda y se fue. Todo parecía
normal en aquel chico; era tranquilo, simpático, había comentado entre los vecinos quetrabajaba con un Ingeniero y que realizaba trabajos de electricidad. Su estancia en este departamento fue de un mes y días, pasó la navidad y fin de año entre fiestas y reuniones con chicas y algunosamigos que más tarde fueron conocidos como cómplices de los asesinatos a taxistas y homosexuales.
La noche del 8 de enero de 1992 todo estaba tranquilo había visto una película con mi madre y había caídodormida junto a ella, aproximadamente a las 2 de la madrugada oímos murmullos, voces y pasos. Al espiar por la
ventana del baño que daba justo a la Av. América, la sorpresa fue que había varios autoscon luces apagadas, policías encapuchados y fuertemente armados. Algunos estaban en la terraza de mi casa podía ver las sombras desde debajo de la cama, lugar en el que mi madre me resguardó luego...
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