CAP TULO 2

Páginas: 14 (3386 palabras) Publicado: 5 de junio de 2015
CAPÍTULO 2. PRIMER TOMO. EN FAMILIA.

CAPÍTULO II
Cuando Perrín volvió a donde estaba su asno, éste ya había hundido el hocico en el carro de heno, y comía tranquilamente como si delante tuviera un pesebre.

"¿Por qué lo deja comer? dijo ella.

- Y por qué no.

- ¿Y si el carretero se enoja? 

- Mientras yo esté aquí eso no pasará."

El muchacho se puso en actitud retadora, con las muñecas enlas caderas y la cabeza echada atrás:

"¡Éntrale, paisano!"

Pero no fue necesaria su ayuda para defender a Palikar; el carro de heno estaba a punto de ser revisado a punta de lanza por los inspectores, y ya iba a pasar la barrera.

"Ahora este asunto queda en sus manos; yo la dejo. Hasta la vista señorita; si alguna vez quiere tener noticias mías, pregunte por El Gordo, todos le darán razón demí."

Los empleados que vigilan las barreras de París están acostumbrados a ver cosas extrañas, pero el que subió al carro fotográfico se sorprendió al encontrar acostada a esa joven mujer; y sobre todo cuando al lanzar una fugaz mirada aquí y allá, no encontró otra cosa más que miseria por doquier.

"¿No tiene usted nada que declarar? preguntó éste, continuando su examen.

- Nada.

- ¿Nada de vino,nada de provisiones?

- Nada."

Y es que realmente no había nada: más allá del colchón, de dos sillas de paja, de una mesita y de un hornillo en el piso, de una cámara y algunos utensilios fotográficos, no había nada más en el carro: ni baúles, ni canastas, ni ropa.

"Todo en orden, pueden entrar."

Pasada la barrera, conduciendo a Palikar por la brida, Perrín viró repentinamente a la derecha, comoEl Gordo se lo había indicado. El bulevar que ella seguía bordeaba el talud de las fortificaciones, y sobre la hierba quemada, polvorienta, pelada en partes, había muchas personas acostadas que dormían de espaldas o boca abajo, según se encontraran más o menos habituadas, contra el sol, mientras que otras estiraban los brazos cuando se interrumpía su sueño, esperando retomarlo. Lo que ella observóen la fisonomía de esa gente, en sus caras desfiguradas, ennegrecidas, hirsutas, en sus andrajos, y en la forma en que los traían puestos, le hizo comprender que ninguno de ellos debía, en efecto, ser de confianza por la noche, y que seguramente se peleaban a cuchilladas.

Perrín no se detuvo en este análisis, ahora sin interés para ella, ya que no se vería mezclada con estas personas, y ahoramiraba del otro lado, es decir hacia París

¡Eh qué! esas feas casas, esos hangares, esos sucios corredores, esos terrenos baldíos donde pululaban montones de inmundicia, eso era París, el París del que había escuchado hablar con tanta frecuencia a su padre, con el que soñaba despierta desde hacía tiempo, fantaseando mágica e infantilmente, hasta tal punto que la cifra de los kilómetros parecíadisminuir rápidamente a medida que se aproximaba; del mismo modo, del otro lado del bulevar, en los taludes, tirados en la hierba como bestias de ganado, estos hombres y estas mujeres, de caras amenazadoras, tales eran los parisinos.

Ella reconoció el paseo de Vincennes en toda su longitud y, después de haberlo pasado, dando vuelta a la izquierda, preguntó por el Campo Guillot. Si bien todo el mundolo conocía, no todo el mundo estaba de acuerdo sobre el camino que habría que tomar para llegar hasta allá, y Perrín se perdió más de una vez con los nombres de las calles que debía seguir. Sin embargo, llegó hasta una empalizada formada por tablas, unas de abeto, otras en madera sin descortezar, algunas pintadas, otras embetunadas, y cuando, por la barrera abierta a dos puertas, se percató que enel terreno había un viejo ómnibus sin ruedas y un vagón de ferrocarril también sin ruedas, comprendió,  que aunque las casas de los alrededores no estuvieran para nada en el mejor de los estados, que se trataba del Campo Guillot. Lo que confirmó su impresión, fue una docena de perritos regordetes que rodaban en la hierba.

Dejando a Palikar en la calle, Perrín entró, y enseguida los perros se...
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