Cara Summers Serie Wainwright 2 El juego de la pasión

El juego de la pasión
Ella jugaba para ganar... pero él estaba cambiando las reglas del juego.
Desde que Tracker McBride le había salvado la vida hacía un año, se había
convertido en el protagonista de las fantasías nocturnas de Sophie Wainwright. Pero
ya estaba harta de soñar, había llegado el momento de hacer realidad sus fantasías
y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por conseguirlo.
ATracker no le hacía ninguna gracia la misión que le habían encomendado.
Llevaba un año sin poder quitarse a Sophie de la cabeza, pero sabía que esa
princesita estaba completamente fuera de su alcance. De todos modos, no le
importaba nada tener que protegerla... tan cerca. Estaba claro que iba a tener que
seducirla para poder olvidarla...

Prólogo
—Ahora estás a salvo, princesa.
Sophie sintió que sumiedo se disipaba al oír aquella voz masculina. Tracker iba a
liberarla.
Las vendas que le cubrían los ojos y la boca le impedían verlo y decir su nombre,
pero Sophie reconocía su voz y el contacto de sus manos. El simple roce de aquellos
dedos sobre su garganta hizo que su sangre y su piel ardieran.
Desde su secuestro tres días antes, Sophie había sabido que Tracker McBride
iría a rescatarla. Sehabía preparado para aguantar su enfado por haberlo despistado,
obligándolo así a seguir su rastro por todo el país. Pero las manos de Tracker eran
suaves y su voz acariciadora.
—No tengas miedo.
Él iba a tocarla para asegurarse de que estaba bien. La expectación de aquel
contacto hizo temblar a Sophie. La presión de aquellos largos y recios dedos moviéndose sobre sus hombros y sus brazos hizoestremecerse su piel. Su respuesta
ante él era siempre idéntica: básica y primitiva. Deseaba a Tracker en cuanto la
tocaba. El deseo se retorcía en un intrincado nudo, y el cuerpo de Sophie se ponía en
movimiento, se tensaba, deseando aproximarse a él.
Cuando Tracker la asió de la cintura, una llama se apoderó de Sophie. Sus
músculos se crisparon y sus caderas se arquearon hacia arriba. Pero lasmanos de él

siguieron avanzando, prosiguiendo con su lenta y minuciosa exploración sobre las
caderas de Sophie y sus piernas. Atormentándola.
—Te desataré —dijo él mientras le quitaba la venda de los ojos y la mordaza—.
Abre los ojos despacio.
En cuanto sintió sus brazos desatados, Sophie se abrazó a Tracker con fuerza.
Estaba a salvo. Ahora, él la liberaría también de aquel terrible fuego que habíahecho
presa en ella. Tenía que hacerlo. Él pasó una mano por su pelo y, después, Sophie sintió
que deslizaba los dedos bajo su barbilla y le alzaba la cara.
—Por favor... —Sophie ni siquiera estaba segura de que fuera ella quien había
emitido aquellas palabras. Él la besó suavemente y su lengua le humedeció los labios—.
Ahora —su cuerpo se derritió por propia voluntad, amoldándose al angulosofísico de
Tracker. Aquello no le bastaba. Quería sentirlo dentro de sí, allí donde el fuego
incendiaba sus entrañas. Metió los dedos entre su pelo y se arqueó contra él.
«Aprisa... por favor...».
Por fin, cuando ella ya creía morir de deseo, los besos de Tracker se hicieron
más ávidos, más insistentes, y su mano se deslizó entre los muslos de Sophie. Sí. Casi.
El ansia se tornó afilada como la hoja deuna cuchilla. Ella se arqueó, urgiéndolo a
seguir adelante. Su tensión crecía, se retorcía, se crispaba sin cesar. Cuando al fin
Tracker deslizó los dedos dentro de ella, el placer inundó de pronto a Sophie,
creciendo y creciendo hasta estallar.
Su propio grito la sacó del sueño. Por un instante, se quedó allí tumbada,
estremeciéndose con los últimos estertores del placer que acababa deapoderarse de
ella. Se había aferrado con fuerza a las sábanas. Abrió los ojos y vio que Chess, su
gato, la miraba fijamente.
—Estoy bien —murmuró, soltando las sábanas para poder acariciar a su
rechoncho ángel guardián.
El gato maulló con escepticismo. Sophie suspiró. Su hermano Lucas le había
regalado a Chess cuando Sophie se fue de casa de sus padres para trasladarse a su
nuevo piso, situado sobre...