cine serie B

Una de las cosas que más me gusta del quehacer cinematográfico es que, prácticamente desde sus inicios, ha permitido la entrada a cientos de realizadores cuyas inquietudes se desvían de las virtudesde las corrientes comúnmente aceptadas hacia caminos que no son precisamente la envidia del puritanismo hollywoodense. De cualquier forma que prefiramos llamarlos (genios, locos, enfermos osimplemente tontos viviendo en el engaño) muchas veces son ellos los que terminan siendo héroes del oficio al aceptar el odio y el olvido a cambio de poder ver sus ideas fijadas en el celuloide. Me refiero aesos que, mientras el mundo da a conocer manifestaciones que se impregnan al imaginario colectivo como modelos a seguir por las futuras generaciones de cineastas y deleite de hipsters, deciden mandartodo eso al demonio demostrando que tienen los pantalones bien puestos (o a lo mejor un deseo morboso mal escondido) y la decisión de decir todo eso que los demás piensan pero se callan.
Mi ejemplofavorito es el llamado cine de explotación. Un género que, principalmente durante las décadas de los cincuentas, sesentas y setentas, escarbó en lo más profundo de las temáticas tabú y se encargó dela creación de los híbridos más absurdos y bizarros que el cine haya conocido. El Cine de explotación es uno de esos que se da pocas veces. Y no lo digo por su remarcable técnica y sus memorablesactuaciones, sino por sus contenidos exacerbados de monstruos, sexo, violencia, drogas, asesinos locos, gángsters y tetas. Muchas tetas. O los tópicos que aún para la moral actual, son consideradosescandalosos y subversivos (aborto, homosexualidad, racismo). Su nombre viene de la desgracia común que se da en la industria: los productores tienen el dinero pero no quieren gastarlo. Sueltan las migajasy en retribución desean ganancias exageradas con una película cuyo presupuesto da muy poco para la producción pero mucho para la publicidad. Hacer estas películas es fácil y rápido, así que es mejor...