Colibri

Colibrí

Es primavera. Un colibrí aletea cerca de unas flores. Se mantiene en el aire, alargando su pico hacia un crisantemo hermoso. Es impresionante verlo flotar, sostenerse en vuelo estático y alimentarse del néctar de la vida. Cumbre de la belleza, curiosea entre las ramas y deslumbra al mismo sol con el azul metálico de sus plumas.

Puede parecer extraño, pero da la impresión de notener otra finalidad más que ser feliz. Omite el ruido de los automóviles, el estrépito callejero de los mercados y los tianguis humanos, hace oídos sordos de la contaminación auditiva y sólo se dedica a volar. Se sabe majestuoso, muso de odas trovadorescas y de cuentos fantásticos. Y cómo no, si es un animal soberbio, ágil y enternecedor, hipnotiza a las personas que reparan en su presencia, seluce, aumenta la velocidad de los aleteos y, como si se desgastara por las miradas, rompe en vuelo y se aleja de los ojos curiosos.

Vuela alto, casi se pierde de vista. Se posa a los pies de una ventana abierta, en un tercer piso. Allí adentro discute una pareja. No parecen darse cuenta de la visita inesperada. Agustina mueve los brazos, haciendo aspavientos de enojo, mientras que Leandro fuma uncigarrillo recargado en un buró. Ella dice que está cansada de la desconsideración funesta de Leandro. Y es que hay que explicar. Él salió una mañana al recibir la llamada de un viejo amigo de la preparatoria que estaba de visita en la ciudad. Olvidó por completo el acuerdo hecho con Agustina de quedarse en casa hasta que ella regresara, pues había perdido su juego de llaves la noche anterior. Sefue de antro con sus amigas, como hace cada jueves, y es posible que las llaves se quedaran en el carro de Thalía, su amiga, o tal vez en el baño del lugar. Es lo de menos. Ellos viven en un conjunto habitacional por Copilco. Se necesitan cuatro llaves para entrar: dos del zaguán, y otras dos de las chapas del departamento. Cuando Agustina llegó a casa, le marcó al celular a Leandro, pero lamandaba al buzón. Comenzó a tocar y a gritar, hasta silbó, aunque odiara hacerlo, de la misma forma en que Leandro acostumbraba llamarle. No hubo respuesta. El meteorólogo del canal cuatro había dicho que sería un día soleado, y, como siempre, se equivocó. Una tromba se precipitó hacia el suelo y el cuerpo de Agustina sin que ésta última alcanzara a refugiarse en algún techo cercano. Cuando se pusobajo la lona de la tienda de la esquina, ya estaba completamente empapada y furiosa. Un par de horas más tarde, llegó Leandro, tarareando al asilo de un paraguas, y traía consigo una sonrisa enorme. Ella le gritó, corrió a su lado para refugiarse de la lluvia y entró a la casa visiblemente molesta.

Después de una larga discusión, ambos estaban cansados de pelear. En ese lapso de reyerta, cuandoel sol salió, el colibrí decidió salir de su escondite y buscar comida. No sé explicar por qué decidió pararse al pie de esa ventana. Mientras tanto, Leandro veía con cara de cansancio el ir y venir por la habitación de Agustina y apagó el cigarrillo. Miró a la ventana, desganado, y sonrió levemente al ver al colibrí.
De qué te ríes. Nada, sólo un colibrí en la ventana. Agustina reparó en el avey, como por arte de magia, olvidó su molestia. Empezó a decir que, hace poco, leyó en una revista que el colibrí era el animal del amor. Su apacible vuelo, de más de noventa aleteos por segundo, según la edición, alejaba los enfados y los celos, y traía vientos de perdón y reconciliación. Claro, lo leíste en una Veintitantos, de seguro, replicó Leandro. Agustina decidió no molestarse con él y ledijo que no recordaba dónde lo había leído exactamente, pero que el animal era un símbolo sagrado del infinito ―como su amor―, y, como tributo, ella se abalanzó sobre Leandro y le hizo el amor, salvajemente.

Dos semanas después, Agustina estaba inconsolable. Se tomó un café con su mejor amiga, Alejandra, y le contó la forma en que había terminado su relación. Fue horrible, contaba, nos dijimos...