comentarios de cuentos latinoamericanos

Páginas: 33 (8102 palabras) Publicado: 22 de febrero de 2015

ÍNDICE

LAS VACAS DE QUIVIQUINTA………………………….. PAG. 2
COMENTARIO………………………………………..……..PAG. 8
ANTES DEL 5 DE MAYO……………………………….….PAG. 9
COMENTARIO……………………..……………………….PAG. 10
UN DIA DE ESTOS…………………..……………….…….PAG. 11
COMENTARO……………………………………………….PAG. 14
LOS DESTERRADOS………………………………………PAG. 15
COMENTARIO……………………………………………...PAG. 16
PASO DEL NORTE…………………………………………PAG. 17COMENTARIO………………………………………….…..PAG. 19
ALGO MUY GRAVE VA A SUCEDER EN ESTE PUEBLO. PAG.20
COMENTARIO…………………………………………..…PAG. 22
HASTA NO VERTE, JESUS MIO……………………..…PAG. 23
COMENTARIO…………………………………………..…PAG. 24
ACUÉRDATE……………………………………………….PAG. 25
COMENTARIO……………………………………………..PAG. 26








LAS VACAS DE QUIVIQUINTA
Francisco Rojas Gonzales
Los perros de Quiviquinta tenían hambre; con el lomo corvo y la nariz hincada en los baches delas callejas, el ojo alerta y el diente agresivo, iban los perros de Quiviquinta; iban en manadas, gruñendo a la luna, ladrando al sol, porque los perros de Quiviquinta tenían hambre…
Y también tenían hambre los hombres, las mujeres y los niños de Quiviquinta, porque en las trojes se había agotado el grano, en los zarzos se había consumido el queso y de los garabatos ya no colgaba ni un pingajo dececina…
Sí, había hambre en Quiviquinta; las milpas amarillearon antes del jiloteo y el agua hizo charcas en la raíz de las matas; el agua de las nubes y el agua llovida de los ojos en lágrimas.
En los jacales de los coras se había acallado el perpetuo palmoteo de las mujeres; no había ya objeto, supuesto que al faltar el maíz, faltaba el nixtamal y al faltar el nixtamal, no había masa y sinésta, pues tampoco tortillas y al no haber tortillas, era que el perpetuo palmoteo de las mujeres se había acallado en los jacales de los coras.
Ahora, sobre los comales, se cocían negros discos de cebada; negros discos que la gente comía, a sabiendas de que el torzón precursor de la diarrea, de los ―cursos‖, los acechaba.
— Come, m‘hijo, pero no bebas agua —aconsejaban las madres.
— Las gordas decebada no son comida de cristianos, porque la cebada es ―fría‖ —prevenían los viejos, mientras llevaban con repugnancia a sus labios el ingrato bocado.
— Lo malo es que para el año que‘ntra ni semilla tendremos —dijo Esteban Luna, mozo lozano y bien puesto, quien ahora, sentado frente al fogón, miraba a su mujer, Martina, joven también, un poco rolliza pero sana y frescachona, que sonreía a lacaricia filial de una pequeñuela, pendiente de labios y manecitas de una pecho carnudo, abundante y moreno como cantarito de barro.
— Dichosa ella —comentó Esteban— que tiene mucho de donde y qué comer.
Martina rió con ganas y pasó su mano sobre la cabecita monda de la lactante.
— Es cierto, pero me da miedo de que s‘empache. La cebada es mala para la cría…
Esteban vio con ojos tristones a sumujer y a su hija.
— Hace un año —reflexionó—, yo no tenía de nada y de nadie por que apurarme… Ahoy dialtiro semos tres… Y con l‘hambre que si‘ha hecho andancia.
Martina hizo no escuchar las palabras de su hombre; se puso de pie para llevar a su hija a la cuna que colgaba del techo del jacal; ahí la arropó con cuidados y ternuras. Esteban seguía taciturno, veía vagamente cómo se escapaban laschispas del fogón vacío, del hogar inútil.
— Mañana me voy p‘Acaponeta en busca de trabajo…
— No, Esteban —protestó ella—. ¿Qué haríamos sin ti yo y ella?
— Fuerza es comer, Martina… Sí, mañana me largo a Acaponeta o a Tuxpan a trabajar de peón, de mozo, de lo que caiga.
Las palabras de Esteban las había escuchado desde las puertas del jacal Evaristo Rocha, amigo de la casa.
— Ni esa lucha nosqueda, hermano —informó el recién llegado—. Acaban de regresar del norte Jesús Trejo y Madaleno Rivera; vienen más muertos d‘hambre que nosotros… Dicen que no hay trabajo por ningún lado; las tierras están anegadas hasta adelante de Escuinapa… ¡Arregúlale nomás!
— Entonces… ¿Qué nos queda? —preguntó alarmado Esteban Luna.
— ¡Pos vé tú a saber…! Pu‘ay dicen quesque...
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