Conspiración en Moscu - Akunin
Un rumor desconcertante recorre los pasillos del hotel Dusseaux, desborda los muros del recinto y se extiende por todo Moscú: ¡El general blanco ha muerto! Mijail Dimitrievich Soboliev, epítome del héroe ruso, una síntesis de Aquiles, Alejandro Magno y Napoleón concentrados en un solo hombre, ha muerto de improviso en la flor de la vida. A pesar de la enorme conmoción, y cuandola voz de la trágica noticia aún reverbera tanto en las imponentes avenidas como en las callejuelas de la metrópoli, dos oídos atentos y una nariz suspicaz se concentran en la escena del suceso. Ha regresado Erast Fandorin ...
Boris Akunin
Conspiración en Moscú
Título original: ÑÌÅÐÒÜ ÀÕÈËËÅÑÀ
Traducción: Rafael Cañete Fuillerat
Ilustración de la cubierta:«La mundana» de James Jacques Joseph Tissot y «El estudiante» de Nikolai Alexandrowitsch Jaroschenko
Copyright © B. Akunin, 1998
Publicado por primera vez por Zakharov Publishers, Moscú, Rusia
y Edizioni Frassinelli, Milán, Italia. Reservados todos los derechos.
Publicado por acuerdo con Linda Michaels Limited, International Literary Agents.
Copyright © Ediciones Salamandra,2003
Publicaciones y Ediciones Salamandra, S.A.
Mallorca, 237 — 08008 Barcelona — Tel. 93 215 11 99
ISBN: 84-7888-582-X
Depósito legal: B-6.667-2003
1 a edición, abril de 2003
Printed in Spain
Impresión: Domingraf, S.L. Impressors
Pol. Ind. Can Magarola, Pasaje Autopista, Nave 12
08100 Mollet del Vallés
Primera Parte
FANDORIN
CapítuloPrimero
Donde los eslabones de la fortuna se entrelazan en la cadena del destino
El tren de la mañana procedente de San Petersburgo se había detenido en el apeadero de la estación Nikolaevsky hacía un momento, las vaharadas de humo de la locomotora aún no se habían desvanecido, los revisores apenas habían tendido las escalerillas y se llevaban la mano a la visera, cuando un joven deapariencia más que notable saltó al andén desde el vagón de primera clase. Parecía salido de la ilustración de un semanario parisino que proclamara la moda de la temporada de verano de 1882: traje de tusor arena claro, sombrero de paja italiana de ala ancha, zapatos afilados con polainas blancas y clavitos de plata, y, en la mano, un pequeño y elegante bastón con empuñadura del mismo metal. Sinembargo, lo que llamaba verdaderamente la atención no era tanto la distinguida indumentaria del pasajero como su imponente e incluso deslumbrante aspecto. Era un joven alto, esbelto, de hombros anchos, que miraba al mundo con unos ojos de color azul celeste y al que le sentaban extraordinariamente bien sus retorcidos y finos bigotes; sin embargo, el cabello, cuidadosamente peinado, presentaba unaextraña peculiaridad: en las sienes adquiría un tono plateado muy intrigante.
Los mozos sacaron rápidamente su equipaje, merecedor sin duda de una descripción por separado. En el andén, además de las maletas y los sacos de viaje, depositaron una bicicleta plegable, unas pesas de gimnasia y unos hatos de libros en distintas lenguas. Lo último en descender del vagón fue un asiático bajito, depiernas arqueadas, complexión sólida y rostro mofletudo extraordinariamente arrogante, vestido con una librea verde que conjuntaba de manera pésima con los chanclos de madera con correas y el abanico de papel de vivos colores que pendía de su cuello sujeto con una cinta de seda. El retaco llevaba en las manos un tiesto cuadrado del que crecía un pino tan diminuto que parecía transportado directamentedesde el reino de los liliputienses a la estación moscovita.
Después de pasear la mirada por las tristes instalaciones ferroviarias, el joven, con una emoción que resultaba difícil de comprender, inspiró el aire cargado de humo de la estación y susurró: «¡Dios mío, seis años!» Sin embargo, no le dieron mucho tiempo para entregarse a la ensoñación, pues los conductores de los coches de punto, la...
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