contaminacion

Hay ocasiones en las que los momentos más sencillos pasan a convertirse en extraordinarios y nos ayudan a lograr ser un poquito más felices cada día. Y eso es precisamente lo que le ocurrió a Lucas, un chaval de 13 años, un “pelín” caprichoso y acostumbrado a vivir con todo tipo de comodidades. Todo comenzó con el inicio de las vacaciones de verano, tras un final de curso un poco decepcionantesuma total de suspensos hacía inevitable repetir nivel. Y no es que Lucas fuese un mal chico, todo lo contrario, sino que no entendía para qué eran necesarias tantas operaciones matemáticas, fechas históricas, reglas ortográficas, etc. Lo único de esta vida que realmente interesaba a Lucas era su bicicleta: la mantenía reluciente y bien engrasada y solía pasar horas pedaleando y recorriendo todoslos carriles-bici de su ciudad. Tal era el “amor” que le despertaba su bicicleta, que nunca dejaba que nadie montase en ella y su madre llegó a decirle en una ocasión: Lucas, cariño, me parece muy bien que la mantengas bien cuidada, pero creo que no la llegas a disfrutar como es debido por ese miedo exagerado a que se manche o que alguien la estropee. Pero Lucas se hacía el despistado y no mostrabaintención ninguna de cambiar de actitud. Cuando descubrió los planes que tenían sus padres para ese verano, el mundo pareció hundirse bajo sus pies: ¿Quéeee? ¡Tenéis que estar de broma! –Exclamó con gran nerviosismo- . ¿Vamos a pasar el verano en un pueblo perdido en la Sierra? ¡Exactamente!- contestó su padre- .Y no está perdido: aparece en los mapas- añadió con tono chistoso. ¡Seguro que no hayni Internet, ni tele por cable…! –siguió Lucas con su protesta. Pero en cambio hay un montón de aire puro que te refrescará la cabeza y te hará afrontar el próximo curso con más ganas –contestó su madre. Además, los dueños de la casa en la que vamos a alojarnos tienen un hijo de tu edad y seguro que terminareis siendo buenos amigos –intentó animarle su padre. Pero por muy buenas razones quepudieran darle, Lucas sentía que aquel verano iba a ser el peor de su vida, ante lo cual su madre le sugirió: Podrías llevarte la bicicleta. Estoy segura de que por allí habrá sitios de sobra por explorar. Sí, seguro que sí, y todos llenos de barro. Bueno, ya verás como finalmente todo va a ir sobre ruedas y lo que ahora te parece un castigo terrible se convertirá en unas bonitas vacaciones. ¡Buff!-resopló Lucas y se encerró en su habitación. Pasaron los días y llego el momento de partir. Lucas seguía enfadadísimo con sus padres por haber escogido semejante plan para pasar las vacaciones, pero pensó que por lo menos tendría su maravillosa bicicleta para hacerle compañía. Tras un centenar de kilómetros de trayecto, llegaron a un cruce en el que comenzó una serpenteante carretera de montañas quea Lucas se le hizo interminable y ni siquiera los bonitos paisajes que iban apareciendo ante sus ojos le hicieron cambiar su enfurruñada cara. Finalmente, llegaron a un pequeño y pintoresco pueblo en el que no parecía haber más de media docena de casas. Eso sí, en un entorno realmente espectacular. ¿Qué Lucas, qué te parece? ¿A qué es mejor de lo que te esperabas? –le pregunto su padre. PeroLucas no tuvo tiempo de contestar, ya que enseguida aparecieron los dueños de la casa, que los recibieron con gran entusiasmo. Detrás de ellos salió un chico que se dirigió a Lucas y le extendió la mano: ¡Hola, soy Martín! Y yo Lucas-. Contesto éste, pero no llegó a estrecharle la mano. Lo contempló durante unos instantes, pensando en lo diferentes que eran entre sí. Ya que aquel muchacho iba vestidode tal manera que en su instituto hubiese hecho el más absoluto ridículo. Cuando el padre de Lucas sacó su bici del maletero, Martín comentó asombrado: ¡Anda…! ¡Vaya bicicleta! Si quieres un día de éstos podemos ir juntos por ahí. Conozco unos sitios chulísimos, aunque te advierto que mi bici comparada con la tuya es un trasto. ¡Qué bien! –Se alegró la madre de Lucas- ¡Seguro que os lo pasáis...