cronica

CRÓNICA

A la sombra
La risa de un niño me recuerda a mi infancia cuando venía en compañía de mis papas y montaba aquellos divertidos caballitos de madera que eran lo máximo para mí. La catedraldesprende toda su solemnidad sobre la plaza de Bolívar, dándole ese aspecto lúgubre en ocasiones, el aire colonial es envolvente, es como un viaje al pasado que se rompe al ver las pobres madres consus hijos al hombro oliendo a lo que huele un ser humano que quizás a tocado el agua tan solo un par de veces.
Es como estar en la mitad de dos mundos completamente diferentes que tan solo en esemomento se mezclan entre sí para darnos un espectáculo que unos pocos saben apreciar, el sonido del viento al chocar con las hojas de los arboles, el picotear de las palomas, las voces de la gente queya se le ha vuelto rutina este espectáculo, el sonido del agua al chocar con ella misma en las piletas y algunas voces con acentos diferentes de turistas que miran extasiados las maravillas de nuestraciudad.
A las 12 replican las campanas, los fieles se aproximan a la catedral … fieles y camanduleros, de todo un poco, a fuera del alcance de la sombra de la catedral en la plaza el sol es picantey ya casi molesto pero el aire es fresco, las personas vagan por los caminos impuestos en la plaza en forma de laberinto que jamás he comprendido, el mundo continua a su ritmo, los carros pasandesprendiendo polvo de las vías y dejando contaminación, pero allí en ese lugar junto a los arboles y el agua nada ocurre, es un momento de extraña plenitud.
De golpe regresamos a la realidad con elgrito de aquel hombre que insulta a su opuesto, está sucio, hasta mi llega su hedor, su ropa y sus zapatos esta rotos, su sonrisa esta curtida, su cabello enredado y maltratado, sus ojos hundidos en surostro y perdidos de un mundo que quizás no han querido aceptar, todos fijan sus ojos en él, y en el pobre hombre bien vestido y absolutamente pulcro que recibía sus insultos por el hecho de haberse...