cronicas

Páginas: 18 (4410 palabras) Publicado: 22 de mayo de 2014
El hambre de M. Mujica Láinez
07
ABR
2010
17 comentarios
de Marina Menéndez en Cuentos, Género narrativo, Literatura Argentina Etiquetas: 6º 6º, Cuentos, historia argentina, literatura argentina, Media 33/ Normal 2, Mujica Láinez

Este cuento está incluido en Misteriosa Buenos Aires (1950), obra que contiene cuarenta y dos cuentos sobre Buenos Aires y sus personajes desde la hambruna en elvillorio de Pedro Mendoza (1536) hasta la época de Rosas y la organización nacional. El cuento se basa en un hecho real relatado por el alemán Ulrico Schmidl, quien llegó al Río de la Plata con la expedición de don Pedro de Mendoza. En Derrotero y viaje a España y las Indias, Schmidl describe el obstáculo que impidió la concreción de los sueños de grandeza y riqueza del Mendoza: el hambre.

Lagente no tenía qué comer y se moría de hambre y padecía gran escasez, al extremo que los caballos no podían utilizarse. Fue tal la pena y el desastre del hambre que no bastaron ni ratas ni ratones, víboras ni otras sabandijas; hasta los zapatos y cueros, todo hubo de ser comido. También ocurrió entonces que un español se comió a su propio hermano que había muerto.

Ulrico Schmidl, Viaje al Ríode la Plata, publicado en Frankfurt en 1567


Monumento a Pedro de Mendoza. Parque Lezama, Buenos Aires
Fuente de la imagen: Wikipedia

Es necesario tener en cuenta el contexto histórico en el que se encuadra el cuento “El Hambre”: la primera fundación de la ciudad de Buenos Aires (1536) por Pedro de Mendoza. Pueden consultar la en el sitio web el historiador.


El hambre
Manuel MujicaLainez

Alrededor de la empalizada desigual que corona la meseta frente al río, las hogueras de los indios chisporrotean día y noche. En la negrura sin estrellas meten más miedo todavía. Los españoles, apostados cautelosamente entre los troncos, ven al fulgor de las hogueras destrenzadas por la locura del viento, las sombras bailoteantes de los salvajes. De tanto en tanto, un soplo de aire helado,al colarse en las casucas de barro y paja, trae con él los alaridos y los cantos de guerra. Y en seguida recomienza la lluvia de flechas incendiarias cuyos cometas iluminan el paisaje desnudo. En las treguas, los gemidos del Adelantado, que no abandona el lecho, añaden pavor a los conquistadores. Hubieran querido sacarle de allí; hubieran querido arrastrarle en su silla de manos, blandiendo laespada como un demente, hasta los navíos que cabecean más allá de la playa de toscas, desplegar las velas y escapar de esta tierra maldita; pero no lo permite el cerco de los indios. Y cuando no son los gritos de los sitiadores ni los lamentos de Mendoza, ahí está el angustiado implorar de los que roe el hambre, y cuya queja crece a modo de una marea, debajo de las otras voces, del golpear de lasráfagas, del tiroteo espaciado de los arcabuces, del crujir y derrumbarse de las construcciones ardientes.
Así han transcurrido varios días; muchos días. No los cuentan ya. Hoy no queda mendrugo que llevarse a la boca. Todo ha sido arrebatado, arrancado, triturado: las flacas raciones primero, luego la harina podrida, las ratas, las sabandijas inmundas, las botas hervidas cuyo cuero chuparondesesperadamente. Ahora jefes y soldados yacen doquier, junto a los fuegos débiles o arrimados a las estacas defensoras. Es difícil distinguir a los vivos de los muertos.
Don Pedro se niega a ver sus ojos hinchados y sus labios como higos secos, pero en el interior de su choza miserable y rica le acosa el fantasma de esas caras sin torsos, que reptan sobre el lujo burlón de los muebles traídos deGuadix, se adhieren al gran tapiz con los emblemas de la Orden de Santiago, aparecen en las mesas, cerca del Erasmo y el Virgilio inútiles, entre la revuelta vajilla que, limpia de viandas, muestra en su tersura el “Ave María” heráldico del fundador.
El enfermo se retuerce como endemoniado. Su diestra, en la que se enrosca el rosario de madera, se aferra a las borlas del lecho. Tira de ellas...
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