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En nuestra
sociedad
todavía existe el pensamiento de relacionar a un "bebé gordito" con un
"
bebé sano", o pensar que el exceso de peso desaparecerá cuando el niño crezca. Que un
bebé se vea "
gordito
" o que esté en el límite superior de su peso a una edad determinada,
no quiere decir necesariamente que ese niño, cuando crezca, va a ser un adulto obeso.
Si se mantiene dentro de los límites, deseados del
peso correspondiente
a su edad, según
va creciendo, no hay nada que temer: el niño se desarrolla en la forma en que se supone que
lo haga.
La obesidad, o exceso de acumulación de grasa, debe evitarse desde los primeros meses de
la vida e, incluso, hay que controlar los hábitos alimentarios desde que el niño está en el seno materno o aún antes del nacer.
Las
mujeres
que
aumentan
más de
18 kilos durante el embarazo
corren casi el doble de riesgo de dar a luz un bebé con alto peso que aquellas que engordan menos. El estudio
sobre mujeres estadounidenses y sus bebés reveló que una de cada cinco embarazadas
aumenta demasiado de peso durante la gestación, lo que
duplica las posibilidades
de que su bebé pese 4 kilos o más al nacer.
Los expertos hallaron que las embarazadas que aumentaban más de 18 kilos eran más
propensas a tener un bebé de mucho peso aunque no padecieran
diabetes gestacional
, una forma de diabetes de corto plazo relacionada con el embarazo, que es un
factor de
riesgo
conocido para tener un bebé grande.
Un índice casi seguro para saber si el bebé será un
adulto obeso, es mirar a su alrededor:
¿Qué clase de
familia
tiene? Si el niño proviene de una familia en que todos son obesos es
muy difícil que el
niño
vaya a ser
delgado. No sólo por herencia, sino por los hábitos de
alimentación.
La obesidad en los bebés creció 60% durante los últimos 20 años especialmente por los
malos hábitos...
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