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Rose Allyson Fury nació en la vigésimo novena planta de una clínica privada con vistas a Phoenix Park. Sabéis de lo que os estoy hablando, ¿no? Una vida de lujos, pero no por ello ahogada enexquisitez aterradora e inhábil completamente de amor y cariño. Su madre, Maddison Fury, era una importante abogada perteneciente a la Fiscalía del Estado de Irlanda; una importante e influyente mujer que nodespreció ni su vida privada como madre soltera, ni su éxito en el trabajo. Supo siempre compaginar ambos aspectos de su vida, sin necesitar jamás que la ayudaran; era una mujer fuerte, perseverantee inteligente y el ejemplo a seguir para una hija que no solo la quería, sino que la idolatraba y adorada. Para Rose, su madre era la heroína de las historias que le contaba antes de irse a la cama.Rose siempre asistió a los mejores colegios, tuvo lo que siempre necesitó (pero nunca más, no fue jamás la típica niña ricachona, mimada y colmada de deseos materiales) y se crió en un ambiente sanoen el que empezó a desarrollar parte de su carácter despierto y alegre, a la vez que comenzaba a interesarse por la música, el baile, la fotografía y los videojuegos. En su memoria siempre prevaleceráel recuerdo de la Navidad en la que cumplió los catorce años. Fue aquella en la que percibió su primer videojuego, del que no se despegó hasta que apenas una semana más tarde, su madre fallecía en unbrutal accidente de coche.

A partir de ese momento, su vida cambió radicalmente. Su madre jamás le había ocultado quién era su padre, pero a excepción de las fotografías que conservaba de él, Rosenunca lo había visto. Era el heredero de una de las mayores explotaciones ganaderas de Austin, en Texas, y el por qué nunca estuvo a su lado desde el momento de su nacimiento, pese a que siempre lemandase postales y cartas, fue un misterio para la pequeña. Rose se tuvo que mudar a Dromard, un pueblo pequeño en el condado de Longford en el que prácticamente los teléfonos aún tenían la pantalla en...