Dramiyaççta

Y entonces se miraron por primera vez.
Bueno, en realidad, era la milésima. Llevaban demasiado tiempo conociéndose. Estaban muy acostumbrados uno al otro,pero eso no evitaba que sus corazones se volvieran locos cuando se veían. Su amor no era inocente, pero no trataba de traspasar las frágiles barreras que losllevarían a algo más allá de una amistad.

Ella era de su estatura, pero más delgada. Él tenía más corpulencia y una sonrisa perfecta que le daba envidia. Ningunose peinaba, pero vivía burlándose de la melena del otro. Reían más que hablaban cuando estaban juntos, con las burlas intercalándose entre los abrazos. Elladudaba mucho. Él parecía más seguro de sí. Pero ambos estaban rotos por dentro, complementándose sus pedazos desiguales. Nunca discutían, pero a veces les daba pordebatir. Sus gustos eran tan parecidos como lejanos.
Alguna vez se habían ofendido por tonterías, pero se querían demasiado para dejar que los molestase.Y entonces se miraron por primera vez.

A través del cristal del metro, al despedirse, él volteó. Ella estaba recostada de la puerta, como siempre, abriendoun libro. Sonrieron. Y en esa sonrisa explotaron mil sentimientos sin concretarse, eran halagos a su sonrisa, deseos de besarlo y ganas de no soltarle nunca más.En esa sonrisa él temía que se perdiera todo, y deseaba poder entenderla un poco más para que sus pedazos se atasen mejor. Esa sonrisa dijo más que cualquierade sus ironías estúpidas o sus momentos de reflexión.
Pero él necesitaba llegar a su casa, y ella quería saber si el protagonista, finalmente, moriría.