el caso de la esposa del novelista

El caso de la esposa del novelista
Era una hermosa joven, de no más de veinticinco años. Vestía de negro.. El portero de la revista donde trabajo la había anunciado simplemente como una persona que quería verme. Para mí era totalmente desconocida. Parecía un poco nerviosa y le ofrecí asiento.
—Señor Zamora, dijo con una voz que me gustó, quisiera hacerle una pregunta… un poco rara.
—BeltránRojas existe, me apresuré a asegurar, y como me parece que usted está afligida por algo que quizás él podría aclarar, me ofrezco para presentárselo. Sonrió. La seguridad que yo le daba de que Beltrán no es un personaje de novela, sino un detective de carne y hueso, pareció transformarla.
—No estoy sólo afligida, sino verdaderamente angustiada —respondió—. Estoy segura de que Beltrán Rojas podríatraer la paz a mi ánimo o decirme el camino que debo seguir, en caso de que… las sospechas que tengo se confirmen. Cuando usted conozca el problema verá que no puedo acudir a la policía. Se trata, además, de una cuestión muy sutil, que cualquier detective no comprendería.
Faltaban diez minutos para el mediodía. A esa hora era casi seguro que Beltrán estaba en el Do Brasil tomando su tacita decafé. Se lo hice saber a la enlutada joven y le propuse que fuéramos en su busca. Aceptó y diez minutos más tarde nos encontrábamos con Rojas, a quien le presenté a mi acompañante. Por el camino me había dicho su nombre —Lucía Green—Noté que Beltrán, sensible como el que más al encanto de las mujeres hermosas, había abarcado con una sola mirada de conocedor a la enlutada Lucía y parecía satisfecho.—Con este ruido horrible es imposible hablar aquí —dijo Beltrán—. Podríamos ir a tomar un aperitivo al….
Lucía señaló en silencio su vestido negro.
—¡Oh, perdón!... Tal vez entonces podamos ir a mi casa, o… sentarnos a conversar en un banco de la Alameda…
Eso fue precisamente lo que hicimos. Quien nos hubiera visto a los tres sentados allí —Lucía Green entre nosotros— jamás se habría imaginado queestábamos hablando de un asunto tan endiabladamente dramático y extraordinario. Después de recomendar a la joven que se expresara con confianza, Beltrán no había vuelto a hablar. Lucía había comenzado con algunas vacilaciones, pero a poco andar logró redondear el sentido y el tono que debía dar a su relato y nos ofreció una versión perfecta del orígen de lo que Beltrán llamó más tarde “el caso dela esposa del novelista”.
—Mi hermana mayor y yo quedamos huérfanas hace diez años. Hace cinco, Emilia que entonces tenía veintisiete, se casó con un escritor, un novelista bastante conocido, Raúl Chacón…
—¿El autor de Semana de muerte? —pregunté.
—Sí, ése es uno de sus libros. Emilia lo adoraba y los dos primeros años parecían una pareja feliz... Cada vez que la veía, Emilia no se cansaba dehablarme de su marido, de la dicha de su vida matrimonial. Después… las cosas cambiaron, hasta el día del suicidio… Raúl, que siempre tuvo fama de hombre galante, aficionado a los romances rápidos, a las aventuras fáciles. Descuidó su trabajo, dejó a mi hermana enclaustrada en su casa… Según he oído decir, está muy enamorado de una pintora que acaba de regresar de Europa.
A mí nunca me gustóRaúl. Cuando se casaron y vi a Emilia tan feliz, me olvidé de todo esto, pensando que no tenía razón, que mis apreciaciones eran sólo cosas subjetivas…
Lucía vaciló entre el Liberty de Beltrán y mis Cabañas; al fin se decidió por este último. Dio dos o tres chupadas al cigarrillo antes de continuar.
—Hasta que llegamos al suicidio, que se produjo hace diez días… Una noche, era sábado, unos minutosdespués de las doce, la empleada oyó un disparo que provenía de la pieza que ocupaban mi hermana y Raúl. Se echó un abrigo encima y corrió a ver qué pasaba. La pieza estaba cerrada por dentro con llave. Raúl no estaba, se hallaba en una fiesta, cerca de allí.
La empleada llamó a la policía y poco después llegó un radio patrullas. Mientras dos carabineros intentaban abrir la puerta, el...