El Faroleo

A veces se es presa de uno mismo. A veces se es presa de un faroleo infantil.
Cada vez que Tomás recibe sus cartas hace lo mismo. Respira hondo, como una cábala. Desliza suavemente su mirada haciaarriba. Muerde el labio y las mira, doblando las esquinas superiores. Un As y un Káiser, ambos de Picas. Detente. Cara de póquer. No tienes que echar ahora todo por la borda, tonto Tomás. Un sorbo decerveza. Tibia.
Enseguida, con una suave sonrisa observa a Ignacio. Su cabeza rizada pesaba sobre su mano pesada también. Ni una mueca, ni una señal. Maldita sea, Nacho. Hay demasiada luz en estahabitación, todos me observan. Tonto Tomás, estás siendo demasiado evidente… Y tu, Catalina. ¡Vamos! dime algo con tu rostro… Te tocas tu cabello con la mano izquierda. Si te presiono te bajas de estavuelta. Veámos a Enrique ahora, tonto Tomás. ¿Qué? ¿Lentes de sol a esta hora? ¡No los tenías puestos en la última vuelta!
Ese día jugaban en el living de Catalina. Estaba decorado con pocas cosas, sehabía ido de la casa de sus padres hace un par de meses. Y con su pololo Ignacio, iniciaban una vida de pareja, en un modesto apartamento al norte de la ciudad. Tomás daba una bocanada de humo.Error, demasiado larga. Sabía que estaba siendo demasiado explícito. El sólo hecho de saber que está hablando consigo mismo, como si fueran dos personas en una. Sólo hace eso cuando está nervioso. Ysiempre que hace eso, no se da cuenta que lo están mirando. Que Enrique lo está mirando.
¿Pagas o te vas, Tomás?
Eeh, sí… ejem. Pago los veinte, y sumo diez más.
Nacho, ¿Hay más cerveza?
Yo te sirvo,Cata.
Gracias. Ya, pago los treinta y… subo… diez.
Tomás frunce el ceño. Eso no lo esperaba, pero bueno.
Flop. As, Cinco, Quina.
Tomás pierde la compostura. Se siente ganador. Enrique se va. Ignaciosube la apuesta grotescamente
Turn. Káiser.
Sube la apuesta. Tomás confía en el river, sino en los dos pares. No puede dejar de sentirse invadido bajo la mirada de Catalina.
River. Dos.
Cata...