El Grisu

Páginas: 26 (6384 palabras) Publicado: 6 de abril de 2013
El Grisú

Baldomero Lillo

En el pique se había paralizado el movimiento. Los tumbadores fumaban
silenciosamente entre las hileras de vagonetas vacías, y el capataz mayor de la mina, un
hombrecillo flaco, cuyo rostro rapado, de pómulos salientes, revelaba firmeza y astucia,
aguardaba de pie con su linterna encendida junto al ascensor inmóvil. En lo alto el sol
resplandecía en un cielo sinnubes y una brisa ligera que soplaba de la costa traía en sus
ondas invisibles las salobres emanaciones del océano.
De improviso el ingeniero apareció en la puerta de entrada y se adelantó haciendo
resonar bajo sus pies las metálicas planchas de la plataforma. Vestía un traje
impermeable y llevaba en la diestra una linterna. Sin dignarse contestar el tímido saludo
del capataz, penetró en lajaula seguido por su subordinado, y un segundo después
desaparecían calladamente en la oscura sima.
Cuando, dos minutos después, el ascensor se detenía frente a la galería principal,
las risotadas, las voces y los gritos que atronaban aquella parte de la mina cesaron como
por encanto, y un cuchicheo temeroso brotó de las tinieblas y se propagó rápido bajo la
sombría bóveda.
Mister Davis, elingeniero jefe, un tanto obeso, alto ,fuerte, de rubicunda
fisonomía en la que el whisky había estampado su sello característico, inspiraba a los
mineros un temor y respeto casi supersticioso. Duro e inflexible, su trato con el obrero
desconocía la piedad y en su orgullo de raza consideraba la vida de aquellos seres como
una cosa indigna de la atención de un gentleman que rugía de cólera si sucaballo o su
perro eran víctimas de la más mínima omisión en los cuidados que demandaban sus
preciosas existencias.
Indignábale como una rebelión la más tímida protesta de esos pobres diablos y sus
pasividad de bestias le parecía un deber cuyo olvido debía castigarse severamente.
Las visitas de inspección que de tarde en tarde le imponía su puesto de ingeniero
director, eran el punto negrode su vida refinada y sibarítica. Un humor endiablado se
apoderaba de su ánimo durante aquellas fatigosas excursiones. Su irritabilidad se
traducía en la aplicación de castigos y de multas que caían indistintamente sobre grandes
y pequeños, y su presencia anunciada por la blanca luz de su linterna era más temida en
la mina que los hundimientos y las explosiones del grisú.
Ese día, comosiempre, la noticia de su bajada había producido cierta inquieta
excitación en las diversas faenas. Los obreros fijaban una mirada recelosa en cada
lucecilla que brillaba en las tinieblas, creyendo ver a cada instante aparecer aquel
blanquecino y temido resplandor. Por todas partes se trabajaba con febril actividad: los
barreteros con el cuerpo encogido, doblado a veces en posturas inverosímiles,arrancaban trozo a trozo el quebradizo mineral que los carretilleros conducían
empujando las rechinantes vagonetas hasta los tornos de las galerías de arrastre.
El ingeniero con su acompañante se detuvieron algunos momentos en el
departamento de los capataces donde el primero se impuso de los detalles y necesidades
que habían hecho indispensable su presencia. Después de dar allí algunasórdenes,

siempre en compañía del capataz mayor se dirigió hacia el interior de la mina
recorriendo tortuosos corredores y estrechísimos pasadizos llenos de lodo.
Sentado en la parte plana de una vagoneta a la que se habían quitado las maderas
laterales, hacía de vez en cuando alguna observación a su subalterno que seguía tras el
carro trabajosamente. Dos muchachos sin más traje que el pantalón detela conducían el
singular vehículo: el uno empujaba de atrás y el otro enganchado como un caballo tiraba
de delante. Este último daba grandes muestras de cansancio: el cuerpo inundado de
sudor y la expresión angustiosa de su semblante revelaban la fatiga de un esfuerzo
muscular excesivo. Su pecho enchíase y deprimíase como un fuelle a impulsos de su
agitada respiración que se escapaba por...
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