el juego del muerto
Jugaban a las cartas y bebían cerveza aquella noche en que inventaron el juego del muerto.
Fue Anísio quien lo inventó.
Apuesto a que el escuadrón mata más de veinte este mes, dijo.
Fernando observó que más de veinte era muy vago.Apuesto a que el escuadrón mata veintiuno este mes, dijo Anísio.
¿Sólo aquí, en la ciudad, o en toda la región?, preguntó Gonçalves. A pesar de llevar muchos años en Brasil, tenía aún un acento muy fuerte.
Apuesto mil a que el escuadrón mata veintiuno este mes, aquí, en Meriti, insistió Anísio.Apuesto a que mata sesenta y nueve, dijo Gonçalves riendo.
Son demasiados, dijo Marinho.
Es unabroma dijo Gonçalves.
Ni broma ni nada, dijo Anísio tirando con fuerza la carta en la mesa, lo dicho, dicho. Estoy harto de que anden siempre con eso de “era una broma.” Se acabó. Se apuesta y a callar. A ver quién se echa atrás.
Era verdad.
¿Conocen la historia del portugués del sesenta y nueve?, preguntó Anísio. Le explicaron al portugués qué era el sesenta y nueve. Quedó horrorizado y dijo, Diosmío, qué cosa más asquerosa, yo no hacía eso ni con mi madre.
Todos se echaron a reír. Menos Gonçalves.
¿Sabes que no está mal la apuesta?, dijo Fernando. Mil a que el escuadrón mata una docena. ¡Eh, Anísio! ¿Qué tal un poquito de queso para acompañar las cervezas? ¿Y unas rajitas de embutido?
Anota ahí, dijo Anísio a Marinho, que iba registrando las apuestas en una libreta de tapa verde: milmás a que de los veintiún míos, diez son mulatos, ocho negros y dos blancos.
¿Quién va decidir quién es blanco, negro o mulato? Aquí todos son mezclados. ¿Y cómo se va a saber si fue exactamente el escuadrón?, preguntó Gonçalves.
Lo que salga en O Día es lo que vale. Si dice que es negro, es negro, y si dice que fue el escuadrón, fue el escuadrón. ¿De acuerdo?, preguntó Marinho.
Otros mil a queel más joven tiene dieciocho años, y el más viejo, veintiséis, dijo Anísio.
Entró en aquel momento el Falso Perpetuo y los cuatro se callaron. El Falso Perpetuo tenía el pelo liso, negro, cara huesuda, la mirada impasible y nunca se reía, igual que el Perpetuo Verdadero, un policía famoso asesinado años atrás. Ninguno de los jugadores sabía qué hacía el Falso Perpetuo, tal vez fuera empleado debanca, o funcionario público, pero su presencia, cuando de vez en cuando aparecía por el bar de Anísio, atemorizaba siempre a los cuatro amigos. Nadie sabía su nombre. Lo de Falso Perpetuo era un mote que le había puesto Anísio, que había conocido al Verdadero.
Llevaba dos Colt 45, uno a cada lado del cinturón, y se le notaba el bulto de las cartucheras. Tenía la costumbre de quedarse acariciandolevemente los faldones de la chaqueta, una señal de alerta, de que estaba siempre a punto de sacar el arma y de que tiraba con las dos manos. Para matarlo, tendría que ser por la espalda.
El Falso Perpetuo se sentó y pidió una cerveza sin mirar a los jugadores, pero moviendo un poco la cabeza, el cuello tieso, tal vez prestando atención a lo que el grupo decía.
Creo que es sólo una manía...
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