El León y el Hombre. Cuento de Manuel Rojas

Páginas: 16 (3864 palabras) Publicado: 29 de julio de 2014
“El León y el Hombre”

En lo más alto de una montaña y en un chiflón que un minero abrió al seguir una veta mineral que se agotó pronto, vivían el León viejo y su hijo.

Para el primero habían terminado ya los días de la juventud, aquellos lejanos y alegres días en que sus patas, elásticas y firmes, recorrían los confusos senderos de los bosquecillos cordilleranos, deslizándosesilenciosamente entre los quillayes y los boldos, como una inquietante mancha amarilla que en el otoño se confundía con el color del paisaje.

Estaba ahora viejo y achacoso, respetable de vejez y achaques.

Para el segundo, en cambio, empezaban aquellos alegres días.

En sus tiempos de mocedad, aquel León viejo fue el terror de los caseríos y fundos comarcanos. Vivía entonces a su lado la compañera de susdías, una Leona de ancho pecho y pesadas patas, de piel nerviosa y brillante, ágil en el salto y veloz en la carrera. ¡Cuántas noches de aventuras con ella y cuántas de amor en la soledad de las montañas! Salían de la guarida al atardecer, cuando el águila, inmóvil en el aire, a gran altura, recogía en sus ojos y en sus alas las últimas luces del sol; bajaban hacia el valle por atajos conocidospor ellos, y al anochecido marchaban ya sobre las primera vegas cordillenaras. Saltaban limpiamente las pircas de piedras y ramas de espinos y sorprendían a los animales perdidos o atrasados, sembrando la muerte y el terror entre los pacíficos piños de engorda. Toda la noche, dueños de la soledad y del silencio, sus pasos suaves recorrían el campo y sólo regresaban al cubil, marchandoperezosamente, cuando la noche empezaba a palidecer en la cima de los cerros y las claras estrellas se diluían en una claridad mayor.

Así transcurrieron los hermosos tiempos de la juventud, que el viejo León, ahora medio ciego y casi inválido, recordaba todos los días a la hora en que la noche echa a rodar su río silencioso sobre el mundo.

Y eso fue así durante mucho tiempo, durante años, hasta que undía el Hombre que vivía allá abajo, al pie de los cerros y en el nacimiento del valle, se aburrió. Era pobre, su chacra era pequeña, su ganado escaso, muchas veces ajeno -recibido para engorda- y las piraterías del León causaban gran estrago en su modesta hacienda. Era preciso terminar con ellas..

Y una tarde limpió y engrasó cuidadosamente su carabina, llamó y reunió junto a sí a todos los perrosdel contorno, buscó el rastro del depredador y acompañado de otros hombres esperó en la entrada del valle a los nocturnos visitantes. Como era inteligente, preparó una celada.

Una vaca vieja e inútil, amarrada a una estaca, fue el cebo.

En la noche la leona cayó sobre ella como una masa tibia y elástica que emergiera de la sombra y la vieja vaca se derrumbó sin un gemido. Pero en ese mismoinstante diez disparos de carabina atronaron el aire y veinte perros salieron corriendo tras las diez balas.

Alcanzada por varios proyectiles quedó tendida junto a la vaca, manchada de rojo su piel azafranada, y el León, lleno de coraje, excitado por los ladridos y los disparos, se lanzó sobre los perros, aplastándolos con las poderosas patas y abriéndolo como sandías con la afiladas garras.Pero las carabinas hablaron de nuevo y otras diez balas buscaron en la noche el cuerpo del León.

Exasperada por el dolor de un tiro recibido, desorientada, la fiera saltó, cayendo entre los hombres escondidos detrás de una pirca; hirió a uno y a otro luego huyó, desapareciendo bruscamente en la obscuridad.

Volvió a los pocos días , cuando el Hombre, confiado de nuevo, dormía tranquilamente.Mató sin ruido a los perros que encontró a su paso y sin ser sentido llegó junto al rancho del Hombre. Al dar vuelta alrededor de él, tal vez buscando una entrada, encontró, estacad en la pared que daba hacia el oriente, la piel de la compañera de sus días. Furioso, la rasgó de cabeza a cola con un arañazo brutal, que hizo oscilar la delgada pared y despertó al Hombre.

Extrañado del ruido, el...
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