El Ocio De La Cultura: ¿Un Deber o Un Derecho?

Páginas: 5 (1196 palabras) Publicado: 25 de octubre de 2011
Hay países cuya condición de territorios dominados por las fuerzas implacables del mercantilismo los hace padecer el síndrome de la productividad. De hecho, todo parece indicar que la mayor parte del mundo es presa de esta suerte de flagelo, caracterizado fundamentalmente por ir transformando a los sujetos de la producción en objetos productivos que se robotizan en la tarea de incrementar lasarcas de un minúsculo grupo. En ello pierden, aunque se les quiera hacer creer otra cosa, buena parte de su libertad. No deja de ser revelador y cruel el tecnicismo horas-hombre, que ayuda a computar con frialdad los salarios de quienes a producir se dedican, sacrificando en extremo su tiempo para vivir y conocerse mejor.

En el fondo, producir no es negativo. Como tampoco lo es la abundancia. Lonegativo está en la práctica de explotación que muchas organizaciones realizan sin el menor remordimiento. Juran que su ética perversa está legitimada en ese documento contractual que establece las relaciones laborales, cuyos firmantes (nos interesa el caso de los contratados) aceptan porque no les queda de otra. Excepciones existen. Organizaciones con mucho o algún sentido ético ofrecen beneficiosque mejoran la paga o, al menos, estimulan el crecimiento integral del individuo de cara a más altas realizaciones; pero no es un secreto que, muchas veces, a mayor número de beneficios, mayor condicionamiento de la libertad.

No es que desee propiciar una crítica amarga del sistema económico imperante desde la posición de un resentido. Mientras estuve dentro del juego, hube de ejercerfunciones administrativas que me otorgaron algunas ventajas que mal podrían concitar mi resentimiento. Con todo, y pese a que mi lugar de trabajo podría calificar como una de las excepciones que confirman la nefasta regla, siempre hubo ocasiones en que me sentí como un tornillo dentro de un engranaje alienante. Para colmo, Sábato me hacía recordar lo indigno de ser una pieza anónima dentro de un organismocreador de objetos en serie o inductor de comportamientos automáticos “al servicio” de los otros. Si la mía fue una posición aventajada, ¡qué se puede esperar, entonces, de los sitios donde el individuo que “produce” no recibe la más mínima de las consideraciones!

Todo lo anterior me ha hecho valorar grandemente el concepto del ocio de la cultura. Por supuesto que dicho ocio está negado a lainmensa mayoría de los seres humanos, que no pueden darse el lujo de leer un libro, ir a una sala de teatro o, para no ponernos tan elitistas, acudir a un buen partido de fútbol. En su pirámide de Maslow no hay sitio para tales vagancias. Porque así son consideradas por esta sociedad de fenicios las prácticas de un ocio cultural edificante y dador de mejores niveles de conciencia.

No señor,antes hay que poner el pan sobre la mesa, nos mienten (pero, ¡ay!, si no sólo de pan vive el hombre). Antes hay que demorar horas en un tranque descomunal y, cuando se ha llegado a casa, emprender el fragor de los oficios o marchitarse frente a la caja boba, sí, la tevé, con su sol sangriento de asesinatos, golpes, insultos, o con su lluvia de sandeces patrocinadas por el propio sistema que haincubado objetos productivos allí donde debería haber sujetos, seres en propiedad.

Pan dijimos, y circo, pero recuérdese que el pan no lo regalan, que antes hay que poner el pan sobre la mesa, nos mienten, gastar todo el día en ello si es posible; aunque el circo sí, ese sí que viene gratis, a todas horas, y a qué precio.

Ser culto, aspirar a la cultura en medio de semejante agenda de productividadse ha convertido en un reto. Ser agente creativo o promotor de cultura, en sinónimos de vago. El plomero viene a tu casa y te cobra sin pestañear. El escritor publica su libro y media humanidad quiere que se lo regale. ¡Cómo ponerle precio a algo que ha producido un vago! Es triste, pero así operan los valores de la contracultura. Y, salvo que sirva a sus intereses, el artista, el agente...
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