el sistema de membrana

Anastassia Espinel Souares

LA MONTAÑA
DE LA DIOSA LUNA

2007

PRIMERA EDICIÓN
Febrero de 2007
DIAGRAMACIÓN, IMPRESIÓN Y ENCUADERNACIÓN
(Sic) Editorial Ltda.
Proyecto Cultural de Sistemas y Computadores S.A.
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Bucaramanga - Colombia
Ilustraciones:
RosaVictoria Mejía de Gómez
ISBN: 978-958-708-257-9
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por cualquier medio, sin autorización escrita del autor.
Impreso en Colombia
Nota del Editor
La corrección de la edición ha sido responsabilidad del autor.

LA MONTAÑA DE LA DIOSA LUNA
Te igualabas a una diosa insigne
Y te embelesabas con tu canto como
con otro ninguno.
Safo

ITodos los días, poco antes del amanecer, se
levantaba el viento. Era un soplar constante y
monótono que silbaba entre las palmeras,
acacias y tamariscos que rodeaban el pequeño
lago en pleno corazón del oasis; levantaba nubes
de arena tanto entre las pulcramente limpias
tiendas del campamento romano en una orilla
y las ahumadas carpas negras de los nómadas
garamantes en la otra y aullabacomo un chacal
hambriento por debajo de la puerta de la
posada. Este ruido despertaba a Fulvio Falco,
el único huésped, quien se sentaba en la cama
y, aún medio dormido, rastreaba el suelo de
arcilla con los dedos de los pies buscando las
sandalias. Luego, al librarse de los últimos restos
del sueño, salía de la habitación y trepaba por
la rechinante escalera hacia la azotea para
contemplarel espléndido amanecer del desierto.
Cuando el cielo en el oriente adquiría el
tierno matiz rosado del manto de la divina Eos,
una densa niebla blanquecina se levantaba desde
el soñoliento lago envolviendo todo a su
alrededor. Ya no se veían las tiendas, ni los
árboles, ni las dunas; lo único que se discernía
—7—

en medio de aquel océano lechoso era una
solitaria montaña en elhorizonte cuya cima
parecía flotar sobre la tierra. No era más que
un montón de rocas desgastadas por el viento y
la arena, con una que otra brizna verde de algún
árbol solitario que sobrevivía milagrosamente
en aquel paraje inhóspito. Sin embargo, Fulvio
Falco, hombre soñador y algo excéntrico, la
encontraba fascinante y misteriosa. En esas
horas de la mañana, cuando la niebla cubría
todo elvalle y la azotea de la posada se asemejaba
a la cubierta de una nave extraviada en un
océano fantasmal, se creía un viajero perdido,
tal vez, el mismo Ulises y la montaña, el único
objeto visible, podría ser la isla de los cíclopes,
el refugio de la pérfida Circe o la gruta de
Calipso.
A Fulvio le gustaban los antiguos poetas y
las comparaciones originales, tal vez, porque él
mismo era unhombre muy original. Su
apariencia no tenía nada insólito: un rostro tal
vez no muy hermoso pero agradable y de
expresión soñadora; ojos miopes de un gris algo
brumoso; cabellos de un tono rubio ceniza,
otrora abundantes pero ya notablemente
enralecidos y un cuerpo en otro tiempo esbelto
que ya empezaba a mostrar cierta flaccidez y
exceso de grasa a causa de los abusos
—8—gastronómicos, vicio de todos los adinerados
de Roma, y por falta de ejercicios. Pero su
fortuna sí era desacostumbrada ya que a sus
cuarenta años Fulvio era uno de los hombres
más ricos de la Ciudad Eterna.
Pertenecía a una familia muy antigua cuyas
raíces genealógicas remontaban a los lejanos días
de la fundación de Roma y del histórico rapto
de las sabinas, y había heredado de sus ilustres
yafortunados ancestros una lujosa mansión en
el Palatino, una docena de florecientes villas en
Campania y Sicilia, varias minas de plata en
Iberia y toda una escuadra de barcos comerciales
que surcaban el mar desde el Helesponto hasta
las Columnas de Hércules. Cualquier otro
ciudadano romano hubiese aprovechado toda
esa fortuna para hacer una vertiginosa carrera
política pero, al parecer, el...