Elolompero

Páginas: 16 (3989 palabras) Publicado: 26 de octubre de 2012
La niña y yo somos distintas. Ella permanece tal cual la dejé hace tiempo, obstinadamente niña, rubia, quieta y como fragmentada a veces.
Somos distintas la niña y yo y sin embargo, tan parecidas. Hay mucho de su forma de mirar en mis ojos y traje conmigo algunas de sus tristezas.
Por suerte tuve tiempo de traerme también su alegría, su espíritu travieso, su risa fácil, por cualquiertontería.
Conservo uno de sus juguetes, el que más quería. Aquella mutilada muñeca negra que rescaté del lejano basurero una tardecita, después de asegurarme que no había husmeando ningún espía
Mucho antes que Sor Margarita, ella fue mi primera maestra y yo apenas una alumna desatenta
En parte la niña fue cruel conmigo. Me obligó a traer en los oídos el reloj que golpeó su madurez prematura noche trasnoche, en que la ausencia del padre y el desvelado insomnio de la madre se medían con la repetición de las horas,
Sólo ahora sé cuánto la extraño y lo mucho que me hace falta. Siento necesidad de buscarla
Cada noche, y hace de eso tantos años que no vale la pena contarlos, cada noche se repiten las tristezas. De dónde vienen, no lo sé; sospecho que llegan de afuera. Yo distingo bien a esastristezas, inclusive puedo verlas Por esa misma ventana se deslizaron tal vez las tristezas; así entraron. Avanzan despacio. Resbala el zócalo aceitoso. Salteando los paisajes quietos de dos o tres cuadros trepan la pared, formando calles y diminutos caminos. De ese modo, jugando con las tristezas, dándole mil formas distintas, acorta las horas, entretiene la espera que le ha desbordado los ojos a laniña. Todos decían lo mismo: ¡Qué enormes tiene los ojos esta chica!, como si estuviera viendo mucho más cosas que el resto, bromeaban. Ni el negro del padre, es curioso, ni el verde tan lindo de la madre, es una lástima. Nadie mejor que yo conoce Debo esperar el ruido de la llave en la entrada, los pasos duros de papá golpeando el pasillo, deslizándose luego más suaves, a medida que susremordimientos se acercan a mamá con ojos desvelados en la habitación contigua., los gritos y los reclamos que se estiran largo rato.
Con mi padre llega mi calma. .
Escucho el angustiado respirar de mi madre, absurdamente joven ella, más joven que la niña, algunas veces, y comprendo a medias -porque nada me es comprensible aún del todo y ni siquiera sospecho todavía que el hombre y la mujer usan la camapara algo más que compartir bonitos sueños.
Yo soy la mayor. Estoy ahí, escuchándolas dormir y envidiando sus sueños. Casi me parece mentira que ellas puedan dormir en tanto yo espío la llegada detrás de un par de ojos que esperan despiertos, alertas, vigilando el reloj de la mesita, comiéndose la oscuridad.
Comprendo que la niñez de la pequeña se apagó súbitamente, no porque no supieracuidarla.
-le digo a la niña que de pronto aparece con una sonrisa y su delantal a cuadros-. Por favor, no te muevas. A pesar de todo lo que sufrimos juntas, quisiera tenerte en los ojos para el resto de mi vida.
Nunca me había sentido más cerca del cielo como durante aquellas vacaciones de verano. Quizá porque nuestra casa allí subía muy alto, como si la empujara el viento, trepando verdes y piedrashasta acurrucarse contra el cerro. Tan pegada a las primeras nubes, que parecía estar colgada de ellas.
Yo me aferraba a aquellos veranos como si durante toda la vida los hubiera estado esperando, porque su llegada marcaba el comienzo de una nueva vida para mí.. Lo cierto es que un buen día ya no estaban. Se había ido calladitas la boca, así como habían venido.
La casa entera contagiada de mirisa también reía, con interminables ecos repitiendo mis carcajadas en los amplios corredores cuadriculados, donde nuestras carreras habían dejado sus marcas.
Incluso la piedra aquella parada al empezar la escalera, siempre tan seria, y que parecía crecer con el tiempo, bueno, hasta esa piedra se salpicaba de sol y reía.
Desde diciembre hasta terminar febrero, la pequeña se sacaba la vieja que...
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