Esta historia comienza con un chico de 22 años que quería ser escritor
Con la crisis económica en su apogeo y las puertas cerradas de las redacciones, Samuelson decidió buscar trabajo como marino mercante. Quería irse, además,porque el asesinato de su hermana Hedvig lo había afectado demasiado; necesitaba poner distancia a la tragedia. Consiguió subirse a un barco con rumbo a China, pero —las crónicas no dicen por qué— el viaje no llegó a realizarse.
La aventura, sin embargo, estaba ahí: lo esperaba.
Una tarde de abril de 1934 hojeaba la revista Cosmpolitan cuando encontró un relato de Ernest Hemingway. El cuento era“One trip across”, el germen de lo que después sería la novela Tener y no tener. Hemingway ya había publicado Fiesta y Adiós a las armas; Samuelson había leído ambas con fruición. Imaginemos el momento en que este chico, tal vez aburrido, seguramente apesadumbrado, lee el nuevo texto de su autor favorito y, como ante una epifanía, siente que todas las piezas del rompecabezas se acomodan.
*
Es posibleque la facha de Samuelson no fuera la mejor. Mal afeitado, seguramente muy flaco y desgarbado. Había hecho tres mil kilómetros a dedo y algunos tramos sobre el techo de un tren de carga que atravesaba interminables lagos y ríos. De tan angostos que eran los puentes, cuando miraba hacia abajo no veía las vías; ahí se agarraba como podía a fuerza del vértigo. No sabemos si rezaba. Paraba donde podíaconseguir algunas monedas para pagarse un plato de comida tocando el violín.
La noche que llegó a Key West se fue a dormir a la costa usando su mochila como almohada. Al rato dos policías lo despertaron y lo metieron preso: el trato era que lo dejaban libre a la mañana si se comprometía a dejar la ciudad. Key West había recibido el impacto de la crisis y no querían más vagabundos. Pero Samuelsonno se fue.
—¿Qué quiere?
Hemingway había abierto la puerta de la casa y lo miraba con desconfianza. Quién era ese tipo en la puerta que estaba quieto como un zombi. Qué quería. Samuelson no podía hablar. Se le había borrado el discurso que había ensayado tantas veces durante el viaje. Hemingway era alto y de espaldas anchas. Se le endureció la cara. Separó los pies, tensó los brazos todavía caídosa los lados, se inclinó hacia adelante dejando que todo el peso recayera sobre los dedos de los pies: boxeador. Samuelson se despertó y consiguió un tartamudeo: “Leí su cuento en la Cosmopolitan y me gustó tanto que viajé para hablar con usted”.
Hemingway no lo podía creer. Cambió su postura, se relajó. Hasta se permitió una sonrisa. Le dijo que hacía unas horas acababa de volver de Cuba y quetenía varias tareas por hacer, pero que lo esperaba al día siguiente, a la una y media de la tarde.
Tras una segunda noche preso, Samuelson llegó puntual a lo de Hemingway, que, en otra imagen de antología, lo esperaba a la sombra vestido con unos pantalones cortos color caqui, tomando un vaso de whisky y leyendo el New York Times. Hablaron de las novelas, hablaron del oficio. Samuelson le contó susintentos fallidos con la ficción; se negó a mostrárselos. Hemingway le dio algunos consejos: “Lo esencial es saber cuándo parar para no bloquearse”. El truco, le dijo, era frenar en un momento intenso. Cuando uno viene bien y ya sabe cómo va a seguir, hay que parar, dejar que trabaje el subconsciente y al día siguiente, fresco y descansado, retomar hasta un nuevo pico de interés.
—¿Qué...
Regístrate para leer el documento completo.