Heroes De La Indepencencia

Páginas: 552 (137971 palabras) Publicado: 9 de enero de 2013
A Pablo Dueñas Vinuesa, mi hermano, en compensación por lo que él sabe que le debo A todos aquellos que a diario batallan en las aulas con entusiasmo y tesón: mis colegas, mis maestros, mis amigos

CAPÍTULO 1

A veces la vida se nos cae a los pies con el peso y el frío de una bola de plomo. Así lo sentí al abrir la puerta del despacho. Tan próximo, tan cálido, tan mío. Antes. Y, sinembargo, a simple vista, no había motivo para la desazón. Todo permanecía tal como yo misma lo había dejado. Las estanterías cargadas de libros, el panel de corcho repleto de horarios y avisos. Carpetas, archivadores, carteles de viejas exposiciones, sobres a mi nombre. El calendario congelado dos meses atrás, julio de 1999. Todo se mantenía intacto en aquel espacio que durante catorce años había sido mirefugio, el reducto que curso a curso acogía a manadas de estudiantes

perdidos en dudas, reclamos y anhelos. Todo seguía, en definitiva, igual que siempre. Lo único que había cambiado eran los puntales que me sostenían. De arriba abajo, en canal. Pasaron dos o tres minutos desde mi llegada. Quizá fueron diez, quizá no llegó a uno siquiera. Pasó el tiempo necesario, en cualquier caso, paratomar una decisión. El primer movimiento consistió en marcar un número de teléfono. Por respuesta obtuve tan solo la cortesía congelada de un buzón de voz. Dudé entre colgar o no, ganó lo segundo. —Rosalía, soy Blanca Perea. Tengo que marcharme de aquí, necesito que me ayudes. No sé adónde, igual me da. A un sitio en donde no conozca a nadie y en el que nadie me conozca a mí. Sé que es un momentopésimo, con el curso a punto de empezar, pero llámame cuando puedas, por favor. Me sentí mejor tras dejar aquel mensaje, como si me hubiera desprendido del mordisco de un perro en mitad de una pesadilla espesa. Sabía que podía confiar en Rosalía Martín, en su comprensión, en su voluntad. Nos conocíamos desde que ambas comenzamos a dar nuestros primeros pasos en la universidad, cuando yo era aún unajoven profesora

con un escuálido contrato temporal y ella, la responsable de nutrir un recién gestado servicio de relaciones internacionales. Tal vez la palabra amigas nos viniera demasiado grande, puede que su consistencia se hubiera diluido con el paso de los años, pero conocía el temple de Rosalía y estaba por eso segura de que mi grito no iba a caer en el fondo de un saco cargado de olvidos.Solo después de la llamada conseguí reunir las fuerzas necesarias para hacer frente a las obligaciones del septiembre que acababa de arrancar. El correo electrónico se abrió como una presa desbordada ante mis ojos y en su caudal me sumergí un buen rato a medida que respondía a algunos mensajes y desechaba otros por trasnochados o carentes de interés. Hasta que el teléfono me interrumpió ycontesté con un escueto soy yo. —Pero ¿qué es lo que te pasa a ti, loca? ¿Adónde quieres ir tú a estas alturas? ¿Y a cuento de qué vienen estas prisas? Su voz arrebatada me devolvió al vuelo la memoria de tantos momentos vividos años atrás. Horas eternas frente al blanco y negro de la

pantalla de un ordenador prehistórico. Visitas compartidas a universidades extranjeras en busca de intercambios yconvenios, habitaciones dobles en hoteles sin memoria, madrugadas de espera en aeropuertos vacíos. El tiempo había separado nuestros caminos y quizá el músculo de la cercanía había perdido vigor. Pero quedaba la huella, los posos de una vieja complicidad. Por eso le narré todo sin reservas. Con una sinceridad rasposa, omitiendo valoraciones. Sin lamentos ni adjetivos. Sin red. En un par de minutossupo lo que tenía que saber. Que Alberto se había ido de casa. Que la supuesta solidez de mi matrimonio había saltado por los aires en los primeros días del verano, que mis hijos ya volaban por su cuenta, que había pasado los dos últimos meses intentando ajustarme torpemente a mi nueva realidad y que, al enfrentarme al nuevo curso, me faltaba la energía para mantenerme a flote en el mismo...
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