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Páginas: 453 (113154 palabras) Publicado: 26 de octubre de 2014
1

La luz del día espiraba igual que el último aliento del sol rojizo despuntaba entre
los altos rascacielos. El brillo fosforescente del reflejo anaranjado sobre las murallas de
cristal derramaba una tenue luminosidad sobre el húmedo empedrado que evitaba
pensar que las luces de las farolas ya habían comenzado a encender sus lámparas de
vapor de sodio. El mar de metal, piedra y hormigónque ondeaba entre el enramado de
vidrio que componía la jungla madrileña se componía en parte de pensamientos,
palabras y sentimientos que sumergían una determinada silueta entre la infinidad de lo
diminuto de la existencia metropolitana.
San Lorenzo arrastraba las suelas de sus zapatos desbastando el adoquinado
cuando cruzaba la acera entre personas con maletines, portafolios y teléfonosmóviles.
La concurrida zona de negocios de la capital vomitaba su corazón formado por personas
sin escrúpulos que ahora huían despavoridos hacia un fin de semana alejado de la
masificada ciudad. Viernes 28 de Diciembre, y las luces de navidad combatían el reflejo
del sol con sus múltiples colores.
San Lorenzo atravesó una enorme puerta de cristal y se coló en el edificio más
alto de la inmensaavenida. Dentro del espacioso y frío hall ya solo se encontraba un
guarda de seguridad que volteaba un manojo de llaves mientras silbaba una conocida
melodía de los Scorpions.

-Buenas noches caballero, ¿me permite su autorización?
-Verá, vengo a ver al señor Nubanski. Tengo cita con él a las ocho.

2

-Si me disculpa un momento… -El uniformado descolgó el telefonillo, marcó
tres cifras yesperó a que alguien contestara a su reclamo.- Don Nubanski…, sí, el
señor… -el guarda miró a los ojos al detective.
-San Lorenzo.
-El señor San Lorenzo acaba de llegar –El guarda dibujaba inconscientemente
sobre un papel una especie de espiral esperpéntica mientras escuchaba una frase clara,
concisa y correcta que le llegaba a través de la línea interna del desproporcionado
edificio-. Enseguida, señor.
El chico soltó el bolígrafo sobre el papel y se giró hacia San Lorenzo con
expresión afable.
-Le espera en la planta treinta y cinco.
-Gracias –San Lorenzo asintió con complicidad y tomó la dirección de los
ascensores.

Cuatro puertas metálicas se alzaban al fondo del hall empotradas en brillante
mármol blanco. San Lorenzo pulsó uno de los dos botones que se encontrabanentre las
puertas y automáticamente una de ellas se abrió como si hubiese estado esperando su
presencia para engullirlo en las profundidades de la gran mole de acero y cristal. Dentro
el ambiente era desasosegado, tranquilo y casi pausado. Ningún hilo musical sonaba en
el espacioso habitáculo, y en cambio se dejaba oír el deslizar de la maquinaria
ascendiendo suavemente hacia una de las últimasplantas mientras los números se
sucedían en una pantalla junto a una flecha que apuntaba al cielo. Al alcanzar la planta
treinta y cinco, el ascensor detuvo su subida haciendo que San Lorenzo sintiera su peso
esfumarse por unas milésimas de segundo. Un agradable pitido precedió la abertura de
las puertas que dieron paso libre a su ocupante en el lugar de destino.

3

Todo en aquella salaera melancólico. Una veintena de mesas dormitaban
arropadas por montañas de papeles a que llegara de nuevo el lunes. Nada se escuchaba
entre todo el mobiliario de oficina, pero algún resquicio daba a entender que esa sala
descansaba de ruidos de faxes, teléfonos sonando, conversaciones, charlas, preguntas y
algarabía varia que conformarían la rutina de un periódico en pleno apogeo periodístico.San

Lorenzo

avanzó

sobre

el

verde

enmoquetado

que

le

llevaría

irremediablemente hacia la única sala iluminada en el fondo de la estancia. Las pantallas
negras inundadas de papelitos de varios colores con números de teléfono, los escritorios
bañados en papeles ilegibles, y aún así, las sillas correctamente colocadas contra cada
mesa, las papeleras limpias y los...
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