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Algunas veces los educadores, los padres y madres y los políti
cos ponen especial empeño en adivinar cuál es el interés de sus alum
nos, hijos y súbditos respectivamente. Para ayudar a sus protegidos
o benefactores deciden, sin consulta previa y sin duda alguna, qué es
lo que les hace falta, lo que más necesitan o lo que más les gustaría.
Ni por asomo se Ies ocurrepensar que pueden estar equivocados, que
son los interesados los que de verdad saben lo que les importa.
Suelen utilizar frecuentemente la expresión “por su bien” para
justificar su comportamiento unilateral, pretencioso, paternalista y
autoritario... “Por su bien”, se les imponen unas decisiones, se les
premian unos comportamientos o se les hacen detenninadas conce
siones y regalos.
Esatendencia a considerar “menores de edad” a las personas,
a considerarlas incapaces de saber lo que quieren y necesitan y
desean es un error de la educación y una perversión de la política.
U tiliza Hölderlin al respecto una herm osa y profunda metáfora:
“Los educadores forman a sus educandos como los océanos for
man a los continentes: retirándose”.'No es fácil. La tentación es
anegarlos, esdecir, pensar por ellos, decidir por ellos, actuar en
lugar de ellos.
El problema reside en que no siempre aciertan en esa suposi
ción, sea por ingenuidad, sea por pura perversión. Resulta curioso
que, en ocasiones, ese esfuerzo resulte o estéril o perjudicial.
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Lo voy a explicar con una historia. Alguien ha dicho que la dis
tancia más corta entre una persona y la verdad es un cuento. Nosé
si será muy cierta la afirmación. Por si acaso, voy a expresar esa idea
a través de una curiosa historia que he leído recientemente en el libro
La ecología emocional, historia que transcribo libremente.
Se cuenta que una señora argentina fue a comprar dos pasajes
de prim era clase para un viaje de Buenos Aires a M adrid. En el
transcurso de la conversación, el em pleado de la agencia sedio
cuenta de que el acompañante de la señora era un mono. La com
pañía se opuso a que viajase en el avión un mono y no aceptó el
argumento de la mujer de que si ella pagaba podía decidir con quién
viajar, a dónde y cóm o... Aún así la señora tenía mucha influencia
y consiguió, gracias a la recomendación de un directivo de la com
pañía, que se aceptase que el mono pudiera viajar en una cajaespe
cial cubierta con una lona, en la zona de azafatas del avión, en lugar
de hacerlo en el almacén de equipajes.
De mala gana la mujer aceptó, de modo que llegó al avión con
una jaula cubierta por una lona que llevaba el nombre bordado de
Federico. Ella misma se ocupó de que quedara bien instalada y se
despidió del mono tocando la lona y diciendo:
— Pronto estaremos en tu tierra,Federico, tal y como le prometí
a Joaquín.
A m itad del largo viaje una azafata tuvo la ocurrencia de dar
un plátano y agua al mono y, al levantar la lona, se dio cuenta de
que el animal estaba muerto, tendido en el suelo de la jaula. Rápi
damente avisó a los compañeros quienes, consternados, sabiendo
las elevadas influencias de la señora, llamaron a la base para expli
car el suceso y pedirinstrucciones. Se les dijo entonces que era pre
ciso que la señora no se diera cuenta de nada, puesto que sus pues
tos de trabajo peligrarían.
— Tenemos una idea — les dijeron— , hagan una foto del mono
y envíenla por fax al aeropuerto de Barajas y nosotros daremos ins
trucciones para reemplazar al simio por otro idéntico tan pronto como
aterricen.
El personal lo hizo al pie de la letra. Alllegar a M adrid tuvo
lugar la sustitución. Compararon la foto del mono con el sustituto y
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después de algunos retoques dejaron al simio dentro de la jaula y se
llevaron el cadáver de Federico. Al bajar del avión la señora reclamó
impaciente la jaula al sobrecargo.
— Aquí tiene el mono, señora.
— Ay, Federico, finalmente estamos en tu tierra... — dice la
mujer levantando la lona. Y...
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