Julita
La religiosa en cuestión se llamaba Mme. Delbène; era abadesa de la casa desde hacía cinco años, y frisaba los treinta cuando la conocí. Nopodía ser más bella: digna de un retrato, una fisonomía dulce y celeste, rubia, con unos grandes ojos azules llenos del más tierno inte¬rés, y el porte de las Gracias. Víctima de la ambición, la jovenDelbène fue en-cerrada en un convento a los doce años, con el fin de hacer más rico a un hermano mayor al que ella detestaba. Encerrada a la edad en que comien¬zan a desarrollarse las pasiones, aunqueDelbène no hu¬biese elegido todavía, amando el mundo y los hombres en general, sólo después de inmolarse a sí misma, des¬pués de triunfar en los más rudos combates, había conseguido que naciese enella la obediencia. Muy avanzada para su edad, habiendo leído a todos los filósofos, habiendo reflexionado prodigiosamente, Delbène, al tiempo que se condenaba al retiro, había conservado dos o tresamigas. Venían a verla, la conso-laban; y como era muy rica, seguían proporcionándole todos los libros y caprichos que pudiese desear, incluso aquéllos que debían excitar más una imaginación... ya muy...
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