La controversia

La controversia
El Dr. Eduardo, de medicina general recién graduado, en una clínica de Valencia en España.
Lunes, triste día de invierno, 17 h., la consulta abarrotada y un retraso acumulado demedia
hora. El nombre del paciente al que corresponde atender en ese momento revela un origen
oriental. Interiorizo una pequeña frustración, pues esperaba un paciente más accesible con el
que poderrecuperar el ritmo horario de consulta. A mi llamada, responde un varón de claro
aspecto oriental, que acude solo y saluda amigablemente con un “hola”, único vocablo común a
partir de entonces, como pudedescubrir a continuación. Me entrega un documento de alta de
urgencias, donde describen a un varón 28 años de edad que presenta una fractura de clavícula
izda, tras caída accidental de moto. Entre susantecedentes de enfermedad, no parece existir
nada destacable y la fractura no parece precisar intervención quirúrgica, siendo citado para la
próxima semana para una consulta de traumatología tras larealización de radiografía
previamente. Pienso que en el fondo el caso no va ser complicado, pues viene prácticamente
resuelto desde urgencias, y como mucho deberé hacer una baja laboral. Como era deesperar, la
comunicación lingüística con mi paciente era infructuosa, mientras la no verbal iba “in
crescendo” gesticular, pero con nulos resultados; era consciente de que no sabía que quería mi
nuevopaciente y él tenía muy claro que yo no atendía a sus expectativas. De repente, el móvil
del demandante de mi atención apareció en escena y al otro lado del auricular, una voz femenina
declamaba losvocablos “chino”, “restaurante Pekinés” y “baja”. El cielo pareció abrirse y
comprobé que el sistema informático permitía la emisión del parte de baja, al estar el ciudadano
de origen chinocorrectamente registrado.
Martes, con la misma tristeza ambiental y con más retraso que en el día previo, acude
nuevamente mi nuevo paciente. Su consulta parecía referirse al seguimiento del tratamiento de
su...