la edad del pavo

Páginas: 6 (1409 palabras) Publicado: 6 de noviembre de 2013











La edad del pavo


extraordinaria suavidad, adecuado para la tenue pelusilla de los bebés y los débiles cabellosde los ancianos... y esta pieza que en Europa no se consigue y que es el resultado delincomparable ingenio argentino: el peine para calvos, con su acolchada almohadilla de felpa —en vez de los comunes dientes— para masajear el cuero cabelludo desprovistode pilosidady estimular —por lo tanto— las células capilares para inducir un rápido rebrote del cabello. Yvoy completando mi oferta con este diminuto peinecito, ideal para ordenarse las cejas en unau otra dirección —atentos señores pasajeros— y con el broche de oro de este verdadero regalosometido a su gentil consideración: ¡el peine para animales domésticos! Este originalísimoutensilio —munido dedos filas de resistentes púas de puntas redondeadas— perfecto para elaseo de la piel de perros, gatos y otros mamíferos carnívoros y felinos, pertenecientes a esasespecies. Y aquí concluyo —distinguidos señores pasajeros— agradeciéndoles —desde ya— la atención dispensada y la segura compra que —no dudo— me harán de estos artículos, por el irrisorio precio de diez mil australes. Pero no quisieradespedirme sin antes augurarles unaagradable jornada. Que Dios les conserve la vista. Muchas gracias y buenos días.A esta altura de los acontecimientos, varias personas se van desprendiendo de ésa suma —que no les sobra— y se transforman en dueños de una serie de peines que no necesitan.Usted también. Y eso que ya compró cuatro o cinco sobres, meses atrás.El ciego desciende frente a la estación,listo para abordar otro autobús y usted —detrásde él— baja y cruza la avenida, acomodando en su bolso la reciente compra. Piensa qué va ahacer con tantos peines. Ni que fuera un pulpo o una monstruosa hidra.Mira hacia el andén: su tren está pronto a partir. Se apresura y consigue subir, no bien se pone en marcha.Como el micro, el vagón también está repleto. ¡Uf, qué fastidio!, pocas esperanzasdeconseguir asiento, como siempre. Sin embargo, apenas se alejan de la estación se desocupauno justo a su lado.Aún restan cuarenta minutos de recorrido hasta el centro de la ciudad por lo que —traslos pisotones y acrobacias de rigor, que impiden que otros le quiten
su
sitio— se sienta por fin. Los compañeros de viaje que continúan parados no disimulan cierta envidia y ustedsimula no acusar recibo dealgunas miradas fulminantes y vuelve a hojear el diario.Imposible concentrarse en la lectura. Un desfile de vendedores ambulantes va a hacer suirrupción durante los treinta y nueve minutos que faltan para llegar al centro.Y el desfile se inaugura con el señor que «no vengo a vender si no a regalar tres lujososfascículos de cocina internacional, conteniendo un centenar de recetas de los mássabrosos platos para las próximas fiestas; desde la copa de langostinos hasta el pavo relleno conalmendras (por ejemplo) e incluyendo toda la variedad de entradas, comidas frías y calientes, postres helados y hasta el clásico pan dulce, insustituible en la mesa familiar navideña.Además, a todo comprador se le obsequiará —sin cargo— un suplemento de alta reposteríaeuropea».El vendedor exhibe —entonces—tentadoras fotografías de distintos platos, «como paraque vayan comiendo con los ojos el menú que consumirán durante las fiestas...» y usted se pregunta cuántos de los ocupantes del vagón contarán —siquiera— con una sidra paraentonces... No obstante, acaso conmovidos por el rostro famélico y la desdentada sonrisa del señor que las vende, varios adquieren las revistas.Usted también. Y las enrolladentro del bolso mientras prosigue el desfile: turrones,cuchillos multiuso, cascanueces, muñecos de peluche, portadocumentos, quitamanchas, largastiras de caramelos, tijeritas «chinas», destapadores, hilos de coser, elefantes de yeso, alicates,apósitos autoadhesivos, pañuelos, aspirinas, elementos de pirotecnia, también «para las próximas fiestas...».49


Elsa Bornemann


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