la resitencia

Páginas: 15 (3701 palabras) Publicado: 27 de agosto de 2014
SEGUNDA CARTA

DESPUÉS DE RECORRER durante horas la imponenteQuebrada de Humahuaca hemos regresado a la antiguaciudad de Salta, tan hermosa en otro tiempo, hoycasiirreconocible, plagado de letreros y de edificios modernos que han roto laelleza de sus calles coloniales. Ya nada vaquedando, como si nadie la mirara, aristócrata ciudad deSalta, como si también a ella le hubiera llegadoestedesencanto moderno que en nada pone empeño, queconstruye las casas para que se deshagan al día siguiente,ya sin frentistas, ni viejos herreros.Por la tarde me he acercado a la histórica Catedral, elsantuario donde mañana miles de creyentes celebrarán laFiesta del Milagro. Muchos de ellos hace días que vienen
Peregrinando para ofrecer sus candorosas promesas tansimples como una flor de campo, y suspedidos tanapremiantes como la comida, la salud o el trabajo.Sentado en la plaza volvieron mis obsesiones desiempre. Las sociedades desarrolladas se han levantadosobre el desprecio a los valores trascendentes ycomunitarios y sobre aquéllos que no tienen valor endinero sino en belleza. Una vez más compruebo cómo sehan afeado las ciudades de nuestro país, tanto Buenos Airescomo las antiguas ciudades delinterior. ¡Qué poco se las hacuidado! Da dolor ver fotos de hace años, cuando todavíacada una conservaba su modalidad, sus árboles, el frente desus edificios. A través de mis cavilaciones, me detengo amirar a un chiquito de tres o cuatro años que juega bajo elcuidado de su madre, como si debajo de un mundoresecado por la competencia y el individualismo, donde yacasi no queda lugar para lossentimientos ni el diálogoentre los hombres, subsistieran, como antiguas ruinas, losrestos de un tiempo más humano. En los juegos de loschicos percibo, a veces, los resabios de rituales y valoresque parecen perdidos para siempre, pero que tantas vecesdescubro en pueblitos alejados e inhóspitos: la dignidad, eldesinterés, la grandeza ante la adversidad, las alegríassimples, el coraje físico y la enterezamoral.El niño sigue jugando en la glorieta de la plaza, dondeseguramente mañana tocará la orquesta o habrá conciertode guitarras como antes en Rojas, los días de fiesta.En otra época —lamento utilizar expresiones con ciertoaire arqueológico, pero cuando se tiene casi la edad delsiglo... qué digo, ¡la del siglo pasado!—, cuando yo era unniño en Rojas, aún se mantenían valores que hacíandelnacimiento, el amor, la adolescencia, la muerte, unceremonial bello y profundo. El tiempo de la vida no era elde la prisa de los relojes sino que aún guardaba espaciopara los momentos sagrados y para los grandes rituales,donde se mezclaban antiguas creencias de estas tierras conlas gestas de los santos cristianos. Un ritmo pausado en elque fiestas y aconteceres marcaban los hitos fundamentalesde laexistencia, que eran esperados por aquellos queteníamos seis o siete años, por los adultos y hasta por losancianos. Como la llegada del Carnaval, un cumpleaños, lacelebración de la Navidad, ese encanto indescifrable de lamañana de Reyes, o la gran festividad del Santo Patronocon procesión, empanadas y bailes. Hasta el cambio de lasestaciones y la alternancia de los días y las noches parecíanalbergar unenigma que formaba parte de aquel ritual,perpetuado a través de generaciones como en una historiasagrada. Todos participaban de esas fiestas, desde los máspobres hasta los más ricos. Recuerdo la admiración con queobservaba yo las pruebas de los jinetes y cómo me gustabair a los circos.Había épocas buenas y épocas calamitosas, perodependían de la naturaleza, de las cosechas; el hombre nosentía quedebía obrar siempre y en cualquier momentopara controlar el acontecer de todo, como lo cree hoy endía.Ahora la humanidad carece de ocios, en buena parteporque nos hemos acostumbrado a medir el tiempo demodo utilitario, en términos de producción. Antes loshombres trabajaban a un nivel más humano,frecuentemente en oficios y artesanías, y mientras lo hacíanconversaban entre ellos. Eran más libres...
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